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Los ensayos previos a la representación de la obra ‘Crowd’ de Gisèle Vienne constituyen el esqueleto dramático de esta endoscopia fílmica sobre el mundo de las artes escénicas que se alzó con el premio Teddy en la pasada edición de la Berlinale. El realizador austriaco Patric Chiha hace que la cámara se funda con los ritmos de la pieza (que reproduce el encuentro entre quince hombres y mujeres en una rave) y penetra, a través de distintas entrevistas rodadas entre bastidores, en la intimidad de los procesos creativos que directora y actores han de afrontar. La combinación de imágenes procedentes de los ensayos con las de sus declaraciones hacen que la biografía de los intérpretes se confunda, por momentos, con el papel que encarnan hasta borrar la línea que separa realidad y ficción. Del hipnotismo performativo se pasa a la colisión que experimentan los actores que, por ejemplo, han de interpretar a un neonazi que se siente atraído por otro hombre o a una joven cuyo deseo incontenible la hace volcarse sobre otros cuerpos. Chiha trabaja, valga la redundancia, sobre el movimiento corpóreo, pero también sobre como la clac actoral asume roles que se suponen alejados de su personalidad con los que, sin embargo, se acaban fusionando del mismo modo en que lo hacen la obra teatral y la parte testimonial, como si los cuerpos y las ideas fueran (o pudieran llegar a ser) la misma cosa.