A uno parece imponérsele la tentación de creer en el destino cuando comprueba que las trayectorias profesionales de dos almas afines han encontrado un punto de unión. La aparición del nombre del polaco Tomasz Wolski en los créditos de Babi Yar. Context (Sergei Loznitsa, 2021), película que también se podrá ver en esta 18ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla, arroja luz sobre algunas de las decisiones estéticas que marcan el devenir de esta 1970, sobre todo en lo referente al tratamiento del material de archivo (Wolski es uno de los editores del hasta ahora último filme del director ucraniano).
Situada en el año que da título a este documental parcialmente animado, el quinto largometraje del cineasta de Gdynia relata los hechos ocurridos en los días previos a la última navidad de la década de los sesenta, cuando el gobierno comunista de Polonia aumentó exponencialmente el precio de los alimentos básicos. La decisión provocó que, en diversas ciudades del país, los trabajadores iniciaran una serie de protestas solicitando un aumento de los sueldos y una bajada en el coste de los víveres. Las reticencias de las autoridades a ceder en sus determinaciones y el uso de una coerción de baja intensidad para disolver las manifestaciones no debilitaron el movimiento ciudadano, que durante las jornadas subsiguientes siguió clamando por sus derechos. Finalmente, el gobierno optó por actuar con mayor contundencia y todo acabó en una masacre.
Después de un concienzudo trabajo de recuperación archivística, Wolski y su equipo consiguieron hacerse con los registros telefónicos de las conversaciones que el gabinete de crisis designado por el gobierno mantuvo durante aquellas jornadas. Al incuestionable potencial de ese material sonoro le faltaban, sin embargo, las imágenes. De lo que sí tenían documentación visual era de las manifestaciones (imágenes que por momentos recuerdan a la primera parte de la rusa Queridos camaradas de Andréi Konchalovski), por lo que la elaboración del documental planteaba un dilema asimétrico: en este conflicto, la facción gubernamental se asentaba en los campos de la banda de sonido, mientras que el ejército proletario ocupaba la banda de imagen. ¿Cómo completar esos vacíos para igualar a los dos contendientes sin faltar a la verdad? Para corporeizar las grabaciones en las que intervienen ministros y altos mandos militares, Wolski recurre a una stop motion fría y cuasi estática, una opción que sirve para retratar el comportamiento despiadado de los miembros del gabinete (tal y como refrendan sus conversaciones). Para la insurrección ya documentada en imágenes, el director polaco aplica un expresivo tratamiento del sonido, de manera que el choque entre autoridades y trabajadores se traslada al terreno de lo estético: el inmovilismo frente al movimiento, el monólogo totalitarista frente al silencio del pueblo; acción versus reacción.