“Pienso en los niños como la esperanza de la Humanidad”
Jaime Pena
Quería empezar preguntándole por su película Nadie sabe (2004), en la que daba una visión de la infancia muy dura y desesperanzada. Por el contrario, su nuevo film, Kiseki (Milagro), es mucho más optimista. ¿Podría decirnos a qué se debe ese cambio de tono?
Puedo entender que se considere Nadie sabe como una película un tanto triste, pero no creo que trace una perspectiva tan negra o pesimista de la infancia, puesto que transmite una visión positiva, y hasta diría que optimista, puesto que esos niños, tras ser abandonados por sus padres, consiguen sobrevivir ellos solos. Con respecto a Kiseki (Milagro), es una película dedicada conscientemente a mi hija, que ahora tiene cuatro años, y quiero que la pueda ver cuando cumpla diez. Me gustaría que para entonces se sienta partícipe de esta aventura que viven esos otros siete niños. En la medida en que estoy, de alguna manera, hablándole a mi hija, el tono es obligatoriamente más alegre. Por el contrario, la alegoría que proponía en Nadie sabe estaba dirigida al público adulto.
Es muy llamativo que esta ausencia de los padres se vea compensada por una solidaridad entre los niños y los abuelos, en especial con esa pareja de ancianos que en su día fueron abandonados por su hija. ¿Nos está proponiendo con esto una crítica velada a esa generación intermedia, precisamente la suya?
Pienso que nuestra visión de la infancia está equivocada. A los niños hay que dejarlos crecer, precisan de un espacio vital en el que desarrollarse, lo que no quiere decir que debamos abandonarlos a su suerte. No es que no necesiten a los adultos, pero pienso que es preciso mantener una cierta distancia entre los niños y nosotros. Todos los padres que salen en la película están demasiado ocupados para atender a sus hijos. O simplemente tienen otras preocupaciones. Ciertamente, pienso en los niños como la esperanza de la Humanidad, más aún después del terremoto de marzo de 2011 en Japón. Tampoco quiero decir con esto que los niños sean unos ángeles…
El film parece pivotar en torno a una idea muy simple, el instante en el que los dos trenes se cruzan produciendo un gran estruendo, una imagen y un sonido a partir de los cuales emana toda la historia. ¿Fue ese el punto de partida del guion?
Normalmente no escribo así, sino que intento desarrollar una historia desde el principio. Pero aquí sí que tenía esta idea. Y eso me recuerda que Nadie sabe parte de una noticia que leí en la prensa sobre un niño que viajaba con el cadáver de su hermano para llevarlo hasta la villa natal de su padre. La película surgió de esa imagen, y el guion se escribió a partir de lo que era en realidad el final. En un principio, Kiseki (Milagro) era la historia de un niño y una niña que no se conocen, pero que, al cruzarse sus trenes, se enamoran. En el casting conocí a los dos hermanos protagonistas y por eso intenté buscarle un hueco al pequeño, primero como un simple amigo y luego ya como uno de los dos hermanos que viven en ciudades distintas, de forma que la película cambió radicalmente.
¿Las historias paralelas estaban concebidas desde el guion, o bien las fue improvisando después del casting y a medida que se desarrollaba el rodaje?
Nunca quise hacer una película con dos únicos protagonistas. Una vez completado el casting, a medida que fui conociendo a los niños, quise aprovecharlos al máximo y atender a sus circunstancias personales. En lugar de acabar con los dos hermanos unidos de nuevo, preferí concederle atención a esa niña que quiere ser actriz, simplemente porque esa era también la ambición de la joven actriz. El guion lo estuve modificando hasta el último día de rodaje.
¿Cómo impide que la película se disperse en exceso?
El entrenamiento me viene de los documentales, también en el caso de mi director de fotografía, con el que trabajo habitualmente. Estamos acostumbrados a enfrentarnos al azar, a las circunstancias que se presentan sin previo aviso. Para mí es muy importante esta capacidad de improvisación. Parto siempre de un guion, pero no me cierro a la posibilidad de modificarlo en base a las circunstancias del rodaje o a las cualidades de un determinado actor, más aún cuando trabajo con niños.
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Declaraciones recogidas en San Sebastián, el 21 de septiembre de 2011
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