Print Friendly, PDF & Email

Ambicioso segundo largometraje de un ya veterano cineasta japonés (46 años), la única representación nipona de la competición oficial nos propone, al igual que antes habían hecho otras significativas ficciones de este festival (Kalak, Ex – Husbands, Le Successeur), una nueva indagación en las brumas de la figura paterna; esta vez, a cargo de un hijo (actor de teatro) que regresa a la casa paterna cuando su progenitor, aquejado de demencia, tiene que ser ingresado en un centro de cuidados para este tipo de enfermos. El protagonista se adentra entonces no solo en el laberinto mental en el que se hallan perdidas la razón y la memoria de su padre (un profesor universitario jubilado), sino también en el laberinto narrativo que, muy intencionadamente, organiza el director del film para que la estructura de este se haga eco de la fragmentada y rota mente del profesor. Y ahí comienzan los problemas orgánicos de una película demasiado larga (dos horas y media), puesto que esa fragmentación no puede corresponderse con la del personaje que conduce el relato. De ahí que los recuerdos y los flashbacks que interrumpen la narración se desvelen como insertos ‘objetivos’ del director, más que otra cosa, lo que produce no poca desorientación a la hora de recomponer el puzle. El cineasta mantiene su mejor pulso cuando se queda a solas con sus personajes y cuando consigue proponer, de manera intermitente, algunas imágenes expresivas cargadas de dolor (un dolor que emerge desde el interior de esos planos), pero el conjunto resulta muy desigual, muchas secuencias se alargan de manera innecesaria y muchos planos acaban por ser meramente ilustrativos. Carlos F. Heredero