De la memoria como espacio político. Sobre algunas películas de Visions du Réel 2024

Suele ser habitual, pero no por ello deja de sorprendernos: los documentales más premiados son siempre aquellos cuyo discurso político está en primer plano, de una forma más explícita que implícita. Ha vuelto a suceder en la última edición de Visions du Réel (Nyon, Suiza), en sus dos principales competiciones, la Internacional y Burning Lights. En la primera se impuso The Landscape and the Fury, de Nicole Vögele, un documental paisajista y observacional, o una película que propone una serie de retratos de los paisajes, los habitantes y los transeúntes de una zona fronteriza entre Bosnia y Croacia, ayer escenario de las guerras de los noventa (esas minas que aún hay que localizar y desactivar), hoy zona de paso de emigrantes y refugiados que llegan a Europa desde zonas en conflicto. Vögele parece atender a diversos registros, según su película se desarrolla en interiores o exteriores, también en las secuencias diurnas y las nocturnas, estas últimas acercándose más a lo sensorial (véase también Memories of an Unborn Sun, de Marcel Mrejen, Premio al Mejor Cortometraje, otra película sobre emigrantes que prioriza la experiencia sensorial), a esos fantasmas de la historia y el presente que habitan estos lugares de la memoria.

Precisamente, hablando de la memoria, pocas películas explican mejor el conflicto palestino-israelí (y la invasión de Gaza) que el documental triunfador en la sección Burning Lights, A Fidai Film, de Kamal Aljafari, que recupera las imágenes sustraídas por el ejército israelí del Palestine Research Centre de Beirut a principios de los ochenta. Película de archivo o found footage, A Fidai Film les da un nuevo sentido a esas imágenes fílmicas o fotográficas, restaurando en primer lugar una memoria borrada, pero también convirtiéndolas en armas reivindicativas que denuncian tanto el saqueo como la censura.

La utilización de los archivos por parte de Dora García en (Revolución, cumple tu promesa) Amor rojo no puede ser más distinta y sin embargo no por ello deja de ser menos efectiva. García parte de la escritora y revolucionaria soviética Alexandra Kollontaï (sí, la de Trenque Lauquen) y la memoria de su paso por México a mediados de los años veinte del siglo pasado, un país que hacía poco que había experimentado su propia revolución. A las lecturas de distintos textos de la escritora se les suma una visita a un archivo moscovita en el que están sus diarios o los recortes de prensa que testimonian aquel viaje y estancia en calidad de diplomática. En Revolución… se nos dice que a Kollontaï se la temía más por revolucionaria que por mujer, pero García de alguna forma combina ambas identidades cuando retrata a diversos colectivos feministas en el  México actual, sus distintas formas de enfrentarse a una sociedad que masacra a las mujeres o que las estigmatiza.

(Revolución, cumple tu promesa) Amor rojo. Caimán Ediciones
(Revolución, cumple tu promesa) Amor rojo, de Dora García

Lo cierto es que la representación española en Visions du Réel resultó ser tan variada como compacta. Por ejemplo, Cambium, de Maddi Barber y Marina Lameiro (44 minutos, en Burning Lights) retrata también un paisaje, el proceso de deforestación de un bosque que ha de recuperar su función original como tierra de labranza, del mismo modo que Lakabe (Navarra) ha dejado a un lado su condición de pueblo abandonado. Cambium puede recordar en su planteamiento otros muchos documentales ecologistas, pero Barber y Lameiro quieren acercarse también a otros conceptos mucho más abstractos: desde el bosque como espacio telúrico con vida propia a las propias texturas de la madera, convertidas en una suerte de collage experimental.

Uno podría pensar que Cyborg Generation, de Miguel Morillo Vega (63 minutos, pero en la Competición de Cortos y Mediometrajes), es una película de ciencia ficción sobre cíborgs que se sirven de sus facultades para sus prácticas artísticas. Pero en realidad estamos ante el retrato del músico barcelonés Kai Landre, quien ha diseñado un artilugio con el que captura los rayos cósmicos que llegan a la Tierra desde el espacio exterior y que transforma en sonidos… No es solo la música, también Murillo Vega quiere ir algo más allá del mero registro documental y su película se contagia de una estética ‘cibernética’ que la acerca a la ficción y al musical.

A nuestros amigos, de Adrián Orr, única película española en la Competición Internacional, es también un retrato generacional. Como sucedía con La mala familia (Luis Rojo y Nacho A. Villar), su trasfondo es un juicio y una posible condena que se cierne sobre un grupo de amigos que acaban de asomarse a la veintena, entre ellos Pedro, que trabaja en una joyería, y Sara, estudiante y la única de la pandilla que no estaba en el día de autos y que tiene el futuro más despejado. Tanto es así que aprovecha el verano para entrar en un taller de teatro y desarrollar una pieza que se inspira en sus amigos. Si ya las vidas de Pedro y Sara empezaban a transcurrir por caminos distintos, este hecho los aleja todavía más, también la relación que Sara establece con una compañera del taller. Como ya sucedía con Niñato los límites entre el documental y la ficción se dinamitan y Orr contrapone a sus personajes con su representación (la obra de teatro, también su propia película, por lo tanto).

Otra película generacional, esta desde el otro lado del Atlántico, El repartidor está en camino (o Riders en su título internacional), de Martín Rejtman (Burning Lights), comienza en Buenos Aires en 2020, centrándose en el trabajo y en las reivindicaciones de los riders, muchos de ellos de origen venezolano. A mitad de metraje, Rejtman filma distintos portales bonaerenses, esos hasta donde llegan los repartidores. De repente son ya otros portales, los de Caracas en 2022, a donde se ha trasladado el director de Copacabana (2006), otro retrato de una comunidad de migrantes en Argentina, en aquel caso boliviana. En cierto modo, el viaje también ha mutado la película, centrada ahora más en las coreografías que en las reivindicaciones sociales (al menos las explícitas). Y por coreografías me refiero a esas rutinas de artes marciales o a esos extraordinarios travellings que recorren la ciudad y que filman los edificios ¿desde el punto de vista de los riders?

Jaime Pena