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Dos realidades se funden y se confunden en los fotogramas que conforman Abrázame fuerte, construyendo y deconstruyendo recuerdos y futuros posibles, deseos e ilusiones arrebatados. Un relato construido a retazos, a partir de fragmentos de vida, donde pasado reciente y presente inmediato, donde lo real y lo imaginado se dan la mano, a través de una propuesta de cadencia dilatada que se mueve a partir de los ritmos de su score. Un score que absorbe esa dualidad inherente a la narrativa del relato, convirtiéndose tanto en elemento diegético como extradiegético, simultáneamente.

Porque Mathieu Amalric, al igual que en Barbara, su trabajo previo, juega de nuevo con la realidad y la representación de lo real, situando a su protagonista en una suerte de limbo escindido. Dos realidades que se confunden, que se manifiestan simultáneamente, opaca en sus intenciones y donde la liberación de la mente y el cuerpo, de lo deseado a lo imaginado, acaba entregando una construcción narrativa tan orgánica como la velocidad de los pensamientos, rompiendo las fronteras y situando a su protagonista femenina en una especie de ámbar congelado en el tiempo. Todo a partir de una estructura de retazos de vida, construida de manera orgánica y transformando el relato en tiempo real, tanto en el interior como en el exterior del fotograma, que exige la participación activa de sus espectadores.