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Todo está aun por explorar y conocer. O eso parece desprenderse de El gran movimiento, el segundo largo de Kiro Russo, filmado en Super 16mm, una sinfonía urbana virada en sombras siniestras, un simulacro de documental sociopolítico que termina siendo una ficción mítica o un cuento de terror, quizá ambas cosas y mucho más. Russo se había revelado con Viejo calavera (2016), que ya introducía a Elder, el minero que aquí llega a La Paz tras haber participado en una marcha reivindicativa, acompañado por tres de sus colegas, y que termina enfermo no se sabe muy bien de qué, puede que de COVID, puede que poseído por un espíritu maligno. Pues no hay nada descartable en la poderosa película de Russo, donde el habla casi incomprensible de los protagonistas, envuelta en un alucinado diseño de sonido, forma parte del todopoderoso lenguaje-ruido de la ciudad, que se extiende hasta esas afueras desde las que llega Max, un brujo o un farsante, un profeta que anuncia el apocalipsis mientras deja constancia de todo en una escritura febril…

En un momento dado, estos desheredados de la fortuna se ponen a bailar en lo que parece un musical posmoderno y, a partir de ahí, todo se descontrola, como si no lo estuviera ya. Las calles, los cables eléctricos, las casas amontonadas, incluso los colores de los trajes y vestidos, forman también un idioma ignoto, un enigma indescifrable. Y este misterio sin solución no logra encarnarse en lugar alguno, deambula por la ciudad como un flujo maligno que nos es imposible interpretar. Pocas películas conoce el que suscribe que consigan lo visto en El gran movimiento, ese clima atroz, esa representación de los parias de la tierra concebidos como parte de un magma diabólico que ya nadie puede detener o descifrar. Pero también en escasas ocasiones le ha sido dado el placer de poder mirar cómo se desintegra un relato, cómo toda intención narrativa acaba siendo destruida por quienes vagabundean en sus límites, en una venganza no por involuntaria menos feroz. Film que avanza poco a poco hacia su autodestrucción a través de la desintegración de la materia de la que está hecho, El gran movimiento convierte el exceso en caos y el fracaso a la hora de ponerlo en escena en un triunfo del cine.