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Domingo y la niebla ha sido presentada como la primera película de Costa Rica exhibida en Cannes. La primera cuestión que surge es dónde ha estado el cine de Costa Rica y, por extensión, la cuestión podría ser donde está el cine de América Central. Domingo y la niebla es una película bien rodada, bien interpretada, pero en ella no hay nada que reluzca de forma especial y que le imprima unos ciertos aires de novedad. Es cierto que hay dignidad, pero no es suficiente. Domingo es un viejo que sobrevive atrapado por el fantasma de su esposa en el interior de una cabaña de la selva. En la zona quieren construir una autopista y la empresa ha contratado a mercenarios –con el consentimiento del estado– para que junto con el sobre de dinero se envíe una bala a los propietarios de fincas que no quieren ser expropiados. A lo largo de la película vemos la obstinación de Domingo que no quiere perder su mundo, su sentido de autodefensa ante la situación y su condición de perdedor ante un mundo que cambia. Ariel Escalante Meza dirige una película digna, pero al final da la sensación de que a pesar de ser la primera película costarricense vista en Cannes, ya hemos visto otras películas más o menos similares procedentes de América Latina. Quizás la pregunta pertinente no sea otra que pensar cuál es el imaginario del cine latinoamericano que atrae a los grandes festivales internacionales.

Àngel Quintana