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Carlos F. Heredero.

Como si fuera un preciso sismógrafo, la actualidad cinematográfica y audiovisual registra siempre –aunque sea de forma indirecta o metafórica– el pálpito de la realidad social, industrial e incluso institucional del país. Por eso en un momento en el que vuelven a sonar tambores de alarma para la industria cinematográfica española, y cuando –al cierre del presente número– esa alarma está a punto de transformarse en indignación generalizada ante el anuncio, por parte del Ministerio de Hacienda, de que las desgravaciones fiscales para la inversión en cine serán del 20% (solo dos puntos superior a la vigente), frente al reclamado y esperado 30%, viene a primer plano el paradójico contraste que ofrecen, al unísono, la enorme potencialidad de la industria del cine de animación en España y el talento de los profesionales españoles de este sector que trabajan dentro y también fuera de nuestro país, aportando a prestigiosas producciones de éxito no poco de su inventiva y de su capacidad.

El dinámico impulso de estos profesionales, así como la vocación claramente popular, e incluso internacional, de la mayoría de sus producciones (por ahora, y con alguna honorable excepción, poco interesadas en explorar una animación más adulta y más audaz en términos estéticos), contrasta ferozmente con la atonía, el desánimo y la paralización que sufre la producción de ficción y la industria ‘grande’ (valga el eufemismo). Aunque pendiente y necesitada también de un fuerte impulso político y económico por parte del estado, la de animación –a la que dedicamos este mes el amplio informe que abre nuestro Cuaderno de Actualidad– alimenta unas expectativas que no encuentran equivalencias en el resto de la industria.

El desánimo, la atonía y la paralización afectan también, claro está, al conjunto de la sociedad y del tejido económico del país, que sigue sumido en una devastadora crisis de la que no se atisban aún salidas convincentes o fiables. Una crisis que amenaza con desbordarse por múltiples grietas (sociales, institucionales, políticas, territoriales…) y frente a la que emerge este verano, precisamente, el inquietante espejo metafórico que ofrece una película tan poderosa como Un toque de violencia (Jia Zhang-ke) si la leemos como una advertencia de lo que puede llegar a desatarse cuando la crisis de valores alimentada por la descomposición social y la voracidad especulativa toma carta de naturaleza, y cuando la desregulación legislativa y el desestimiento del Estado dejan desamparados a los ciudadanos.

Y sí, claro, por supuesto que las inescrutables e imprevisibles leyes del azar gobiernan ciertas coincidencias, pero lo cierto es que resulta inevitable leer en paralelo dos manifestaciones tan aparentemente dispares como son el fenómeno mediático que vive actualmente la serie televisiva Juego de tronos y el reciente ‘juego de tronos’ escenificado por la monarquía borbónica de nuestro país. Juego de tronos, pero también de imágenes que hablan de la encrucijada vivida por esa monarquía, como desvela nuestra sección de Resonancias. Contrastes, espejos y resonancias que se multiplican para ayudarnos a entender más y mejor.