¿Cómo se puede titular esto?
Carlos F. Heredero.

¿Estamos condenados a escribir todos los años en el mes de junio el mismo editorial…? Véamos: en junio de 2014 nos quejábamos de que había sido necesario esperar 365 días para que, finalmente, llegaran a las pantallas españolas dos películas como El sueño de Ellis (James Gray) y Solo los amantes sobreviven (Jim Jarmusch), dos producciones estrenadas en Cannes de 2013. El editorial se titulaba: ‘¿En qué año vivimos?’ (Caimán CdC, nº 28/79) y en él –jugando a pitonisos– nos preguntábamos también si en junio de 2015 estaríamos hablando de películas como Viaje a Sils Maria (Olivier Assayas) o El pequeño Quinquín (Bruno Dumont), estrenadas en Cannes de 2014, creyéndonos que estábamos todavía en aquella fecha. Pues bien, llegó ese fatídico junio de 2015 y, en efecto, la maldición se cumplió: en aquel número (Caimán CdC, nº 39/90), Viaje a Sils Maria y El pequeño Quinquín abrían nuestro Cuaderno Crítico. El editorial se titulaba ‘El día de la marmota’ y en él decíamos, literalmente, que “ya nos imaginamos en junio de 2016 hablando de Las mil y una noches (Miguel Gomes) y de Más allá de las montañas (Jia Zhang-ke), presentadas en Cannes de 2015…”

Y aquí estamos, ahora ya sin saber cómo titular este maldito editorial cíclico, hablando efectivamente de Las mil y una noches, de Francofonía y casi también de Más allá de las montañas (de la que dábamos cuenta el mes pasado), como si viviéramos de continuo, tal como decíamos en 2015, dentro de “un universo ficticio, condenados de por vida a ver las películas más importantes de cada momento con un año de retraso, como si el resto de mundo (otras carteleras de otros países desarrollados) no estuvieran viéndolas en su momento; es decir, las de 2014 en 2014, las de 2015 en 2015, y así sucesivamente”. De manera que, en lugar de publicar este mes el editorial correspondiente a junio de 2016 (hablando de películas de 2015, cual marmota americana atrapada en un bucle infinito), estamos tentados de publicar aquí ya el editorial del año que viene por estas mismas fechas para ver si así, invirtiendo el hechizo, conseguimos que las películas más importantes de Cannes 2016 se estrenen a lo largo de lo que queda de año y, de esta manera, en junio de 2017 no tengamos que estar hablando de Paterson (Jarmusch), Toni Erdmann (Ade), Sieranevada (Puiu), Loving (Nichols), Aquarius (Mendonça Filho), Elle (Verhoeven), La Fille inconnue (Hnos. Dardenne) o I, Daniel Blake (Loach)…

Claro que también podemos optar por la política del avestruz, tan española ella: hacer como si no pasara nada, como si fuera natural que las mejores películas de cada temporada (ahí están Las mil y una noches y Francofonía para atestiguarlo) lleguen siempre a España con un año o casi de retraso, después de haber pasado por un montón de festivales, después de haber sido vistas –de manera legal o ilegal– por muchos de los aficionados a los que más les pueden interesar. Así no tendríamos que hacer todos los años el mismo editorial, ni tampoco preguntarnos cómo titularlo, porque vivir en un universo paralelo, ajenos por completo a la realidad del mundo real (entiéndase la cacofónica tautología) es mucho más cómodo y muchos menos incordiante.

Pero, en fin, una cosa es que no tengamos título para este editorial, qué se le va a hacer, y otra muy distinta que no se agradezca el esfuerzo de estrenar dos películas tan importantes como estas dos últimas citadas. A fin de cuentas, ¡nunca es tarde si la dicha es buena! (aunque nos sintamos atrapados en el tiempo dentro de un bucle fantasmal).