El ardor de una pista de hielo.
Javier H. Estrada.
La concesión del Oso de Oro a Black Coal en la Berlinale 2014 fue recibida con un aire de indignación casi unánime por parte de la crítica. Pese a que Boyhood fue sin duda la película más importante de la competición oficial, en ese momento algunos pensamos que el jurado había acertado con una decisión que quizás no era la más justa, pero sí la más útil: sin el premio, Linklater estrenó su película en todo el mundo y para Diao Yinan el Oso de Oro ha resultado crucial, la única vía para evitar el ostracismo al que con toda probabilidad se hubiera visto abocado su magnífico film noir con tintes de melodrama, que además entrega una visión particularmente lúgubre de la China de los últimos años. Si en sus dos largometrajes anteriores –Uniform (2003) y Night Train (2007)– Yinan había optado por el minimalismo, en Black Coal se desprende de cualquier tipo de constricciones, componiendo una obra de trama serpenteante, visualmente fastuosa.
La acción arranca en el verano de 1999, en una localidad industrial del norte del país en la que se han encontrado los restos de un cadáver, esparcidos en diversos vertederos. Zhang, el joven detective encargado de investigar el caso, es abandonado por su mujer poco antes de matar al presunto asesino en un sangriento operativo del que ha salido como único superviviente. Una soberbia elipsis materializada en el paso por un túnel nos lleva hasta el invierno de 2004. Zhang –apartado de la policía y entregado al alcohol– sale de su letargo depresivo para indagar en un nuevo misterio: la muerte de varias personas, todas ellas relacionadas con la viuda del hombre que él ejecutó en el pasado.
Black Coal puede verse como la respuesta china a Memories of Murder (aunque menos directa en su crítica social), pero sobre todo como una sutil celebración del cine negro clásico. Yinan ofrece una original interpretación de dos piezas clave del género, el policía desencantado (convertido aquí en una criatura entrañable y cómica pese a su miseria) y la femme fatale (la viuda taciturna que aparenta transitar entre la realidad y el sueño, un personaje poderosamente enigmático), seres arrasados por el desamor que parecen continuar viviendo por pura inercia. Yinan muestra un inusual esmero por sublimar el instante cinematográfico, cuidando la autonomía expresiva de cada escena, generando una atmósfera melancólica basada en las densas tonalidades que proyectan las luces de los neones. Su inventiva se extiende también al uso de los espacios (una lavandería, la cabina de una noria y una pista de hielo que palpita al son de El Danubio azul en una de las secuencias más virtuosas y memorables del último año) y de los elementos (las cuchillas de unos patines como arma perfecta y unos fuegos artificiales de significado ambiguo e inquietante).
Al igual que Jia Zhang-ke y Wang Bing, Yinan nació en la China septentrional y su cine, como el de aquellos dos colosos, retrata las provincias del norte como territorios marcados por el aislamiento y la decadencia, anclados en un pasado dominado por la brutalidad. Black Coal es una fascinante exploración de la realidad putrefacta que todavía permanece bajo sus escombros.
Entrevista con el director en Caimán CdC nº 31.
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Las notas del podcast están disponibles en la web de Caimán Cuadernos de Cine: https://www.caimanediciones.es/2020-no-tocar/ Puedes seguir todas las novedades del programa en Twitter: @nuevacarpetapodcast
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