En 2017 la visita de Kiril, el ultraconservador patriarca de Moscú y partidario acérrimo del gobierno de Putin desencadenó una protesta en forma de performance por el realizador Alexandru Solomon. Dentro de su mano ensangrentada se escondía el primer tratamiento de un documental que volvería a situar en la actualidad a uno de los mitos más arraigados en la historia reciente de Rumanía: Arsenie Boca, sacerdote perseguido durante el régimen comunista. El realizador se apoya en una variada troupe para adentrarse y reproducir un peregrinaje que logre confrontar el mito con la historia. Una confrontación donde lo esencial no es saber si lo irracional pervive tanto como los sucesos históricos, sino hasta qué punto lo mitológico es lo suficientemente real como para provocar la suspensión temporal de la incredulidad.
Una transición natural en el que el exabrupto retorno hacia la religión podría explicarse a través de tres aspectos colindantes: la inscripción de experiencias locales/globales en un contexto especifico, el agotamiento del régimen comunista; la cita a uno o más momentos históricos que son llamados al presente (la muerte de Arsenie y el auge de la ultraderecha); y la presencia de un archivo mediático que permita construir la memoria de un sujeto, muchas veces confundido con un mito. Un delirio social en el que la pretendida búsqueda de certezas por parte de Solomon termina en una legítima representación de lo incognoscible, pues se puede relatar una historia incluso cuando nadie vivió para contarla. Felipe Gómez Pinto