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Miquel Zafra

Fiel a su compromiso con el cine español independiente y con la descripción de la realidad que conforma la convulsa actualidad del mundo, la pasada edición del Festival Abycine de Albacete ofreció no pocas obras de marcado interés cinematográfico y político, muchas de ellas particularmente centradas en las problemáticas sociales de Estados Unidos. Así lo hizo, entre la abundante oferta de cine experimental, cortometrajes y algunas de las más notables propuestas del último cine nacional, la recién incorporada sección Contra el muro, dedicada a las crispadas dinámicas migratorias entre México y el país ahora gobernado por la ominosa mano de Trump. Aquí destacó el documental Firmes (Lindsay Cordero, Armando Croda), quizá demasiado supeditado a ciertos giros melodramáticos y a una línea musical enfática, pero de incuestionable valor como retrato de la colectividad mejicana afincada en Brooklyn, así como de la subcultura en la que se mueven muchos de sus integrantes, resultado de una fusión de costumbres y tradiciones donde se entremezclan el culto a la Virgen de Guadalupe y la afición por el Low Rider.

En la sección oficial Indie brilló la excepcional La vida y nada más (Antonio Méndez Esparza), ganadora del primer premio del certamen, película de rigurosa sencillez formal, alérgica a cualquier tipo de artificio dramático, de preciso discurso sobre la exclusión y los conflictos de identidad presentes en algunos miembros de la comunidad afroamericana, y focalizada en las ásperas vivencias de un joven y su familia, siempre observados desde un elocuente distanciamiento estético, pero también desde una ética calurosa y humanista. El premio Asociación de Prensa de Albacete recayó en la impactante Most Beautiful Island (debut en la dirección de Ana Asensio), obra a caballo entre el film social y los códigos del thriller de terror, que centra su atención en las oscuras vicisitudes de una inmigrante española en una Nueva York hostil, desalmada y grotesca para con sus habitantes más débiles, sirviéndose de un atmosférico uso del sonido y de un envidiable control de los ritmos narrativos.

Por su parte, The Maus (Gerardo Herrero Pereda), premio del Jurado Joven, abraza el fantástico para caligrafiar, entre claustrofóbicos planos secuencia y el empleo del plano-contraplano, los ecos de odio y horror todavía repetidos desde la aparente lejanía del conflicto yugoslavo. El sobresaliente, vitalista y muy melancólico Alberto García-Alix. La línea de sombra (Nicolás Combarro), con su delicado blanco y negro, aprovecha el monólogo del fotógrafo y la potencia de sus propias fotografías para reconstruir una vida y una época a través de un tono elegíaco, lleno de tristeza, aunque a menudo también alegre, nada autocompasivo, con escenas tan poderosas como aquella en la que, plano cenital mediante, el artista recorre casi toda su travesía vital comentando una serie de autorretratos. Trabajos que han ayudado a rubricar la curiosidad y la distinción de un festival que este año celebró su segunda edición del Mercado Abycine Lanza, afortunada plataforma centrada en la financiación de cierto cine nacional, quizá minoritario pero sin duda fundamental en el mapa audiovisual contemporáneo.