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El documental como punto de partida
Miquel Martí Freixas

El festival DocLisboa es un evento cinematográfico consolidado que celebró este pasado octubre su decimoquinta edición. En estos años transcurridos el certamen se ha ido afirmando en la ciudad, entendiendo el documental como palabra flexible y no encorsetada –actualmente se programan películas de carácter claramente ficcional en distintas secciones– y abriendo el concepto del festival desde las propuestas habituales (competición, retrospectivas, conferencias) hasta secciones para jóvenes realizadores portugueses o un laboratorio de desarrollo de proyectos (Arché). En todos ellos corre una misma idea frondosa y plural, la de entender el cine como herramienta de expresión cultural, pero no solo como culminación cinéfila sino como punto de partida de lo humano, social y político.

En esta edición, por ejemplo, hubo temáticas transversales que aparecían por distintos lados de la programación. El de la discriminación racial fue uno de ellos, desde la memoria colonial portuguesa hasta el racismo presente en Estados Unidos. Desde O canto do Ossomo, del realizador Silas Tiny, quien vuelve a su São Tomé e Príncipe natal del que apenas guarda recuerdo alguno, hasta la indagación obsesiva de Travis Wilkerson Did you wonder who fired the gun?, sobre un crimen racista cometido por su abuelo. También exponía una visión a partir de lo familiar Lee Anne Schmitt, con una de las mejores películas del festival, Purge this land, recorrido histórico de la resistencia antirracista en Estados Unidos con conexiones con otra película memorable (Profit Motive and the Whispering Wind de John Gianvito). No es casual que todas ellas están narradas desde la primera persona, otro eje transversal del festival.

La programación oscila entre apuestas cinematográficas valientes, como el muy peculiar diario de un poeta-tuitero filmado en una minúscula habitación (Preferiría no hacerlo, de Ileana Dell’unti), y otras películas pensadas para un público más amplio, como la amena Chjami è rispondi, del francés Alex Salvatori Sinz. En un planteamiemto ya clásico, se enfrenta a su padre en un duelo verbal (“preguntar y responder”), para poner al descubierto las relaciones familiares mezcladas con la idiosincrasia corsa. Las películas francesas brillaron en esta edición, como Also Known as Jihadi, de Eric Baudelaire, quien resigue sobrio y parco la ruta de un yihadista desde la banlieue hasta su detención y juicio, con aprehensivos momentos como cuando entra en Siria o huye por España. También el mediometraje Saule Marceu, de Juliette Achard, acerca de su hermano, un joven granjero-cowboy intentando sobrevivir en un mundo económico devorador.

El festival dedica cada año una retrospectiva íntegra a un gran nombre. Recayó esta vez en la cineasta checa, vanguardista, feminista y vetada por las autoridades Věra Chytilová. Y también puso un amplio foco en una cinematografía nacional. Bajo el título ‘Retrospectiva de otra América: el singular cine del Québec’, se profundizó con 66 títulos en este fecundo territorio del documental, proyectando autores pioneros del direct cinema (Michel Brault), vanguardistas (Lippsett) y actuales (Denis Coté, Dominic Gagnon).