Fabián Hernández se inspira para su debut en el largometraje en su propia experiencia como adolescente en el barrio de Santa Fé, en la localidad de Los Mártires (Bogotá). Allí vive Carlos (alter ego del cineasta), un joven sin recursos que reside en un refugio juvenil porque su madre está en la cárcel. Pero es Navidad y sale a pasar las fiestas con su hermana. Antes de eso, sin embargo, la película se explica a sí misma: varios chicos (todo el casting del film cuenta con actores naturales, otra tendencia clara dentro de la selección global de la Quincena este año) narran a cámara sus experiencias reales y lo que significa ‘la calle’ en sus vidas. “La calle te absorbe”, dice uno. “Para que no te coman vivo tienes que demostrar que eres un hombre de verdad”, dice otro. Un varón trabaja, efectivamente, en torno al tema de la masculinidad como construcción cultural, asociada a la violencia y que, en las zonas marginalizadas de Bogotá, es además un mecanismo de supervivencia.
Pero Carlos, de aspecto andrógino, no encaja en los códigos y su vagar por las calles, su deambular sin rumbo como única celebración de Navidad posible, pondrá en evidencia no solo su desasosegante fragilidad, sino también toda su soledad y su tristeza. Aunque ‘los chicos no lloran’, Carlos lo hace. Un varón puede resultar por momentos algo obvia, incluso didáctica, pero es capaz de escapar al cliché, es honesta y nos propone un ‘cine social’ (si es que lo es) quizá más imperfecto, pero sin duda mucho más vivo y percutiente que la adocenada y por momentos incluso inverosímil propuesta de los Dardenne en Tori et Lokita (en la Sección Oficial). Un varón, de hecho, establece un hilo conductor con la sugerente película argentina Las mil y una, de Clarisa Navas (2020) para, a pesar de todos los condicionantes y las dificultades, poner en imágenes una alternativa a todo ese universo de dolor, y la posibilidad, en definitiva, de tomar otro camino.
Jara Yáñez