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En un mundo cada vez más virado hacia lo digital, la tradición oral tiende a desaparecer. Muyeres, de Marta Lallana, es un intento por volver a los orígenes; una oda a la oralidad y la sororidad que esta conlleva. En una de sus primeras secuencias, la cámara muestra mediante una imagen borrosa a un grupo de espigadoras entonando el Cantar de la siega: “Compañerina del alma, compañerina del alma”, repiten una y otra vez estas mujeres mientras trabajan con la tierra. Lo siguiente que vemos es a una de estas mujeres ya mayor, recordando con tristeza y preguntándose: “¿cuántos años hace que no hago panderos?”. Las arrugas de su rostro se intensifican con el blanco y negro de la fotografía, mientras la música de Raül Refree ambienta a la perfección la tensión subyacente entre presente y pasado, mezclando ritmos folclóricos con sonidos electrónicos. Todos estos elementos se unen para dar forma a una propuesta que destaca en el panorama del cine español que se sitúa en contextos rurales, alejándose de la tendencia mayoritariamente neorrealista y entrando en contacto con un pulso mucho más experimental, donde ficción y realidad se hacen una, y donde lo narrativo se diluye en lo poético de la cámara de Lallana que retrata con nostalgia el paisaje asturiano. Solo hacia el final, cuando la mujer joven y extranjera que cuida de una de las ancianas alza su voz en cántico, la cámara captura el paisaje una vez más, ahora con tintes de color. Un destello de esperanza de que la memoria de estas mujeres sobreviva. Que su voz se escuche eternamente en medio de las montañas y haga eco en las personas que las habitan. Daniela Urzola