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El thriller se está desvelando como uno de los géneros favoritos en el Festival de Cannes a la hora de vehicular incursiones diversas en el estado de la cuestión de la intolerancia y de los extremismos en diferentes puntos del planeta. También es el caso de la nueva película de Emin Alper (Un cuento de tres hermanas), centrada en un joven procurador Emre (Selahattin Pasali) que aterriza en un pueblo de la Turquía profunda agitado por la falta de agua y las confrontaciones políticas que comportan. Emre responde a una tipología conocida: el urbanita sobradamente preparado y con una moral a prueba de bombas dispuesto a cambiar, caiga quien caiga, las dinámicas de corrupción del lugar. Dos de los caciques de la zona lo invitan la primera noche a una cena para celebrar su llegada, en una de las secuencias más logradas del film (con el protagonista atrapado en una espiral alcohólica que no parece tener más importancia). Y aquí estalla el conflicto moral y narrativo que sostiene el film: Emre se despierta al día siguiente sin recordar demasiado bien ni cómo acabó la noche ni de qué manera volvió a casa. Cuando llega la noticia de que la muchacha gitana que animó la fiesta ha sido violada, Emre no dudará en considerar a sus dos anfitriones como principales sospechosos. Pero, ¿hasta qué punto él fue testigo de unos hechos delictivos que no recuerda?, ¿o incluso estuvo implicado en ellos? Cuando sus recuerdos sean más nítidos, ¿cambiará su posicionamiento en la causa?

Emin Alper construye un thriller atmosférico en el que la creciente intolerancia hacia el protagonista se palpa en el aire: Emre se va convirtiendo en el enemigo del pueblo. Su único aliado es el responsable del periódico local en la oposición, con el que se genera además una atracción sexual que incrementa la hostilidad de la gente hacia ellos. Alper desarrolla un retrato del populismo, la homofobia y la intolerancia en Turquía que por momentos se apoya demasiado en algunos lugares comunes. Cuando el protagonista llega al municipio, los lugareños están llevando a cabo una partida de caza de jabalíes que los vincula con tradiciones salvajes y violentas. Excepto por el periodista gay y la jueza, nadie parece disponer de personalidad propia en el lugar. Los gitanos son presentados como chivos expiatorios, pero tampoco gozan de una representación más compleja en la narrativa. Y apenas hay crítica a la incapacidad de Emre para entender a los habitantes de la zona. Alper tampoco se atreve a llevar a un territorio realmente incómodo el conflicto moral en que se ve atrapado el joven procurador. Pero Burning Days resulta más que eficaz como thriller que recoge la creciente tensión en una comunidad cada vez más agresiva respecto al extraño que pretende cambiar sus costumbres.

Eulàlia Iglesias