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Buceando por la dimensión alternativa del Festival de Sitges. (versión ampliada de Caimán CdC nº 54)
Eulàlia Iglesias.

Noves Visions, la sección alternativa a concurso del Festival de Sitges, mantiene su vocación de explorar el cine fantástico y de género que presenta inquietudes al margen de los caminos principales más transitados. Dividida en dos subapartados, Noves Visions One y Noves Visions Plus (en principio el segundo acoge las propuestas más arriesgadas) y con un número de títulos programados que desborda con exceso cinéfago la media de festivales más clásicos, Noves Visions presenta un abanico de filmes donde caben desde películas como Un rêve solaire de Patrick Bokanowski, más próxima a los supuestos del experimental, hasta las nuevas muestras de cine independiente norteamericano más cercanas al terror.

El jurado de las dos subsecciones de Noves Visions coincidió en premiar dos filmes iraníes, Under the Shadow de Babak Anvari y A Dragon Arrives! de Mani Haghighi, ambos de lo más destacado de la competición alternativa del Festival de Sitges y al mismo tiempo muestras complementarias de este nuevo cine procedente de Irán que se escapa, en su abrazo al género, del modelo tradicional marcado por directores como Abbas Kiarostami o Jafar Panahi. Under the Shadow cumple como terrorífica historia de fantasmas en el apartamento que habitan la protagonista y su hija pequeña en plena guerra Irán-Irak más allá de la evidente carga metafórica de esos espectros que llevan velo en lugar de sábana al acecho de un personaje femenino cuestionado como madre, esposa y ciudadana. Más sorprendente resulta todavía A Dragon Arrives!, un ejercicio metacinematográfico que parte de una anécdota relacionada con el rodaje de The Brick and the Mirror, un film referencial de la primera ola del Nuevo Cine Iraní firmado por el abuelo de Haghighi, Ebrahim Golestan, para adentrarnos en un apabullante híbrido genérico en que caben desde los agentes secretos a las aventuras en el desierto pasando por el terror sobrenatural.

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De Proserpinas y Ceres

El galardón a Under the Shadow y la mención en el palmarés a Prevenge de Alice Lowe subrayaron una de las inquietudes recurrentes de las Noves Visions de este 2016: el terror como plasmación de las inquietudes e injusticias que viven las mujeres, cada vez más presentes como sujeto del cine fantástico. Como en la película iraní, en Prevenge el vínculo maternofilial no consigue ajustarse al modelo impuesto. En este caso, la protagonista proyecta la responsabilidad de sus actos criminales a la supuesta voluntad de su hija nonata por aquello de que las madres deben adaptarse a las necesidades de sus retoños. En un tono de comedia negra de clase obrera muy cercano al de Turistas de Ben Wheatley, donde Lowe ya ejercía de coguionista además de actriz, esta revenge movie prenatal hace presente las vulnerabilidades propias de una futura madre soltera y sin recursos.

Los elegíacos versos de Proserpina, el acongojante tema de Martha Wainwright que cierra Trash Fire de Richard Bates Jr., recuerdan la tragedia de esa diosa clásica obligada a vivir en los infiernos junto a Hades, pero sobre todo la de su madre Ceres quien, borracha de dolor ante la desaparición de su hija, condena al mundo a sufrir el invierno. El sufrimiento como fuente de crueldad es la base de este tercer largometraje de Bates Jr. Lo que empieza como una comedia sarcástica en torno a las relaciones amorosas a partir de un joven traumatizado por un suceso de su infancia se torna en un cuento gótico sobre el fanatismo religioso, de manera que el registro pasa de la comedia negra misántropa al drama desesperanzador.

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La protagonista de A Dark Song, Sophia (una sólida Catherine Walkes) es otra madre dispuesta a llegar a dónde sea por su hijo. En este caso Liam Gavin la enmarca en el contexto más insólito de la fe. Sophia se encierra con un ocultista (Steve Oram, el cómplice de Lowe en Turistas) para llevar a cabo un ritual que la conecte con las fuerzas sobrenaturales. Al contrario de la mayoría de filmes centrados en el ocultismo, en A Dark Song el ritual es el mensaje. La mayor parte del film sigue el proceso de ambos personajes para alcanzar el resultado final, según la premisa de que conectarse con el más allá no resulta tan fácil como desplegar una ouija y entonar un cántico con unos amigos. Aunque el ritual sea totalmente pagano, A Dark Song es una película sobre la fe y quizá por ello resulte coherente (aunque no convincente) ese final tan cristiano en torno a la necesidad de perdonar en un relato que también se plantea al inicio como una revenge movie. La situación inversa, la de una madre muerta, o mejor dicho brutalmente asesinada, también marca a la protagonista de The Eyes of my Mother de Nicolas Pesce, otro pequeño cuento gótico en torno a una chica que incuba su dolor y su resentimiento durante años en su casa aislada en Medio Oeste norteamericano. Rodada en blanco y negro, la película adopta así ese tono de historia detenida en el tiempo que se ajusta también a la situación de la protagonista. Pesce consigue moverse en ese extraño equilibrio entre el horror y el lirismo en una película que consigue ser al mismo tiempo evocadora y brutal, norteamericana y europea (las protagonistas son de origen portugués), hermosa y dolorosa.

En Always Shine Sophia Takal propone reseguir la relación entre dos amigas actrices viciada por los celos profesionales a través de un drama cercano a Persona de Ingmar Bergman donde el conflicto entre las dos mujeres se acentúa durante un fin de semana que se aíslan en el campo hasta el punto de generarse una substitución de roles crimen mediante. La película apunta a la toxicidad de la obsesión por la fama, plantea sin demasiada pericia si una mujer de actitud encantadora triunfa más fácilmente que una menos agasajadora y parece intentar entender la postura de ambas antes de dispersarse en su propia confusión identitaria. En Dearest Sister Mattie Do también escarba en el conflicto entre dos mujeres aquí marcado por la lucha de clases: Nok abandona la pobreza de su aldea para mudarse a la ciudad donde ayuda a su prima lejana ciega, casada con un occidental. A Nok le corresponde un estatus indeterminado en esta nueva casa. Los sirvientes no la consideran uno de los suyos, pero tampoco forma parte de la familia. Do despliega un alucinante argumento en que la capacidad premonitoria de la muchacha ciega le permite adivinar, sin saberlo, los números de la lotería, don al que su parienta intenta sacar el máximo provecho. Dearest Sister pretende ofrecer una muestra de ese cine de terror que ejerce también de espejo de la realidad social de un país. Pero el galimatías narrativo de la película solo se compensa por la oportunidad que supone degustar un ejemplo del cine fantástico proveniente de Laos.

El indie es fantástico

Aparte de la ya citada Trash Fire, Noves visions acogió otros ejemplos de este cine independiente estadounidense afín al género que resulta cada vez más difícil de encontrar en las carteleras. Sería el caso de la otra mención del jurado, la muy notable Are We Not Cats de Xander Robin, en que el itinerario del protagonista hacia una vida cada vez más en los márgenes culmina en su relación amorosa con una chica adicta a engullir su propio pelo, en una versión hirsuta del clásico drama underground sobre heroinómanos. Are We Not Cats transmite una atmósfera hipnótica entre el cine rock’n’roll y el de cuerpos mutantes a la Cronenberg. The Greasy Strangler de Jim Hosking aboga por continuar la tradición del humor inmundo a la John Waters a través de un fan veterano de la música disco que ejerce también como estrangulador grasiento. Vocacionalmente trash en sus personajes y situaciones, y con un par de gags impagables, sin embargo su muy cuidada puesta en escena marca cierto distanciamiento posmoderno hacia la tradición que celebra. Tower de Keith Maitland enlaza con esta nueva tendencia del documental que recurre a la animación para dramatizar situaciones. Los testimonios vivos de la matanza en la Universidad de Austin en 1966 se erigen en los protagonistas absolutos de este film sobre los miedos y las heroicidades espontáneas que surgen en estos casos. Apasionante en su reconstrucción de los hechos, el film acaba apelando en exceso a cierto sentimentalismo para reivindicar su propia existencia como portavoz de unas víctimas olvidadas por la historia. También desde la no ficción, Tickled explora la vertiente más siniestra de la Red a partir de la propia experiencia de sus codirectores David Farrier y Dylan Reeve quienes, dispuestos a elaborar lo que parecía un reportaje ligero en torno a la anecdótica afición a los concursos de cosquillas, acaban adentrándose en un oscuro entramado de abuso, control y chantaje perpetrado por un individuo con el suficiente poder para aprovecharse de los intersticios legales de Internet (anonimato por un lado, sobreexposición por el otro).

En Here Alone, Rod Blackhurst nos sitúa en el típico contexto de postapocalipsis zombie. Pero en su caso los no muertos quedan la mayor parte del tiempo fuera de campo como excusa para armar un potente y sobrio drama sobre cómo se equilibra, en esta situación de supervivencia, la necesidad de sociabilización con el escepticismo respecto a las intenciones del prójimo. La protagonista es una mujer que ha conseguido una vida tan estable como solitaria en medio del bosque en un mundo asolado. Hasta que irrumpen en su cotidianeidad un hombre y su hijastra. El clímax final del film se construye en torno a un “Sophie’s choice” que nos permitiría situar la película también en el apartado anterior. Si Here Alone es una película de zombies sin zombies que desengrasa el sobresaturado panorama del cine de los no muertos, The Transfiguration de Michael O’Shea resulta una de las escasas incursiones recientes en el este año poco transitado terreno del vampirismo. Como su protagonista, un adolescente fanático del género cuyo odio hacia Crepúsculo no le impide enamorarse de una aficionada a esta trilogía, el director se plantea llevar a cabo un film “realista” de chupasangres donde el vampiro es este chico del ghetto impulsado a su pesar a clavar los colmillos en los cuellos ajenos. El resultado se sitúa más cerca de la sobria y desencantada intimidad de un mumble que del desparrame visceral de las aproximaciones postmodernas al vampirismo.

Adam David Thomspon as Chris in HERE ALONE.  Cinematographer: Adam McDaid

En Shortwave de Ryan Gregory Philips otra madre alterada por la desaparición de su hija reacciona con hipersensibilidad a los experimentos de su marido con las ondas de corta frecuencia en un film de resolución confusa que recurre a imágenes y giros narrativos demasiado gastados. Por su parte, Drake Doremus ya se interesó por el melodrama romántico en Like Crazy. Su nueva película Equals es en cierta manera una enésima variante de Romeo y Julieta para la generación que consume literatura young adult en un marco de ciencia ficción distópica. Aunque la proyección futurista de un mundo pasteurizado donde se prohiben las emociones y se homogeneizan las identidades tiene poco de original (como tampoco lo tiene el uso del blanco como opción monocroma para simbolizar la uniformidad autoritaria de esta utopía falaz), el despliegue a baja intensidad de la historia de amor entre los dos protagonistas tiene algo de reto si pensamos el público a quien va destinado.

Por este mismo territorio del romanticismo adolescente se mueve el primer largometraje de Denise Castro, Salvación, que plantea la fantasía del amor vampírico como forma de afrontar el miedo a la muerte. Aunque lo modesto de la producción ha impedido un mayor trabajo con las atmósferas, esta película ambientada en su mayor parte en un hospital resulta una alternativa más sobria y convincente a productos televisivos como Pulseras rojas. También fue de las pocas propuestas de producción nacional que concursaban en Noves Visions, junto a la esforzada pero demasiado amateur Vestigis de Iván Morillo, un psicodrama que se desliza progresivamente hacia el terror, y el cine ensayo El cor del pi negre, en que Jaume Pujadas quiere alejarse del documental al uso sobre un cineasta y/o película maldita, su objeto de estudio es la Vida en sombras de Llorenç Llobet Gràcia, para enfrascarse en un viaje emocional por los vestigios del film y su autor a través de entrevistas varias que abarcan desde su faceta de cineísta (sic) amateur hasta la recreación de los últimos y fascinantes fotogramas que rodó.

Naturaleza fantástica

La naturaleza como una suerte de dimensión paralela propicia al fantástico y, a su vez, a cierta abstracción narrativa, se ha convertido, como ya comprobamos en la edición del año pasado de Noves Visions, en una inquietud recurrente en el cine contemporáneo que no se adscribe al género más tradicional. Este año también lo demostraba uno de los títulos presentes en Seven Chances, O Ornitólogo de Joao Pedro Rodrigues. Y en la misma línea, Without Name de Lorcan Finnegan imagina en Irlanda un reducto de naturaleza indómita y lo suficientemente arcaica como para ostentar en gaélico la denominación de “sin nombre”. Lo que en apariencia no es más que un pedazo de bosque inquietante deviene una pesadilla para el protagonista, un agrimensor llegado de la ciudad que trabaja a las órdenes de una gran multinacional. Lorcan Finnegan convierte su ópera prima en una suerte de versión silvestre de El quimérico inquilino de Roman Polanski en la que la naturaleza juega el papel de una entidad que, a su manera, se defiende de sus posibles agresores. En I tempi felici verranno presto Alessandro Comodin también se adentra en una naturaleza preñada de misterios en un film que explora los diferentes registros del cuento, desde su tradición oral todavía presente en tantos pueblos hasta la posible declinación humana en nuestro presente de las historias sobre lobos salvajes y hermosas muchachas. El segundo largometraje de este italiano residente en Francia opta por una estructura en bloques que se mueven entre la opción metanarrativa a la fábula contemporánea, todo ello puntuado con explícitas referencias al cine de Robert Bresson, desde Un condenado a muerte se ha escapado a Pickpocket pasando por Al azar, Baltasar. Guillaume Nicloux ya exploró el paisaje como espacio para conjurar lo sobrenatural en su anterior película Valley of Love. En The End vuelve a contar con Gérard Depardieu para someterlo a uno de esos viajes al fondo de un bosque sin salida que ponen en evidencia la naturaleza desprotegida del ser humano. El cuerpo de Depardieu se ha convertido en una especie de motivo visual y temático en el cine francés reciente y en este caso resulta el centro de este drama onírico en torno a un cazador solitario perdido en el monte. Nicloux confía tanto en la capacidad de Depardieu de llenar la pantalla que apenas utiliza muchos más recursos para construir su film, que acaba dejando cierta sensación de dejà vu. En el polo opuesto, el de la ciudad como escenario y a la vez arquitectura narrativa, la británica Remainder, ópera prima de Omar Fast, convence como versión low cost del cine de Christopher nolan con el toque de reflexión metanarrativa propia de Charlie Kaufman. El protagonista es un joven afectado de amnesia que se las ingenia para recrear un atraco imperfecto hasta el punto que el resultado final se convierte en una puesta en escena tan perfecta que acaba suplantando su borroso recuerdo y erigiéndose de nuevo en realidad.

Derivas asiáticas

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Noves Visions también presentó la primera incursión en el cine francés de Kiyoshi Kurosawa, Le secret de la chambre noir (Daguerrotype) que, a pesar de algunos momentos lost in translation (Olivier Gourmet nunca ha estado tan mal dirigido) se erige como una romántica elegía en torno a la permanencia de los recuerdos y los sentimientos a través de ese practicante contemporáneo del arte del daguerrotipo y su joven ayudante enamorado de su hija. Y en el documental que le dedica Arata Oshima (hijo de Nagisa) The Sion Sono, este habitual de Sitges apunta a la falta de radicalidad de los cineastas japoneses contemporáneos. Sono sigue fiel a su vocación de llevar a cabo un cine heterodoxo aunque sea con presupuestos mínimos. En The Whispering Star recurre a la ciencia ficción low cost para acercarse a la tragedia de Fukushima a través del viaje de una cartera espacial que entrega los últimos vestigios de un mundo analógico ya casi desaparecido. Y en Antiporno, Sono lleva a cabo un grito de protesta ante el papel de la mujer en la industria del cine erótico a través de un film entre la performance, la metaficción y la actualización del roman porno. El resultado resulta menos subversivo de lo que se proclama en comparación con el actual panorama de manifiestos fílmicos feministas en torno al mismo tema. Pero Sono lleva razón en cuanto a la escasez de cine extremo surgido hoy en día de Extremo Oriente. If Cats Disappeared from the World de Akira Nagai, por ejemplo, representaría todo lo contrario. Esta suerte de Qué bello es vivir de Frank Capra guionizada por Charlie Kaufman parte de un protagonista que, a invitación de la Muerte, cobra más días de vida a cambio de renunciar a sus cosas más queridas, lo que por supuesto le invita a repensar su existencia sin estos ítems. Aunque resulta interesante por su sintomática aunque en absoluto autoconsciente visión de un mundo postmoderno en que los dispositivos tecnológicos y los gustos pop han substituido las emociones o identidades subjetivas, If Cats Disappeared from the World se enmarca en esta tendencia del melodrama japonés sobrecargado de sentimentalismo y pseudofilosofía barata que, paradójicamente, resulta incapaz de emocionar ni un ápice. En While the Women Are Sleeping (Mientras ellas duermen), Wayne Wang se encomienda a Brian de Palma a la hora de adaptar la narración homónima de Javier Marías. La opción por un thriller metanarrativo protagonizado por un escritor en crisis que cae bajo la fascinación de una extraña pareja formada por un hombre mayor y una muchacha muchísimo más joven a la que él graba durmiendo se antoja a priori la más adecuada. Pero, quizá porque se nota el tiempo que Wang llevaba sin rodar, el resultado queda un poco desinflado y no transmite el suficiente poder de fascinación como para atrapar al espectador en el abismo que plantea. La propuesta india Autohead de Rohit Mittal encerraba una potencial exploración sobre hasta qué punto ciertas estéticas cinematográficas conforman sistemas de valores represivos. A partir del falso documental, el film transita por un cine de apariencia costumbrista donde van supurando estallidos de violencia propios de una sociedad brutalmente clasista hasta desembocar en una variante india de Ocurrió cerca de su casa de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde. El problema es que Mittal no trasciende los límites tan desgastados del formato fake y su voluntad de provocación se queda en agua de borrjas. Más interesante resultó Alipato – The Very Brief Life Of An Ember de Khavn De La Cruz, la traslación del cine de gánsteres postmoderno a la Guy Ritchie a los suburbios más miserables de Manila. El encanto del film filipino no reside tanto en su efecto shock filtrado por cierto distanciamiento irónico (el metraje está puntuado por la aparición continua de las lápidas que contabilizan los muchos muertos del relato) como en la voluntad de medir esta contaminación estética de Occidente en la cultura del país y en la capacidad de De La Cruz para imaginar recursos poveros para hacer avanzar la narración. Mención merece en este sentido el segmento que resume unos cuantos años en la cárcel a través de una animación grafitera.

Por algunos de los títulos escampados por todo el festival, se diría que la vocación trasngresora que antes encontrábamos en el cine asiático ahora se ha trasladado en parte al continente sudamericano. Muestra de ello es la fascinante La región salvaje de Amat Escalante, donde un triángulo amoroso que pone en evidencia el machismo y la homofobia de la sociedad mexicana queda marcado por la misteriosa presencia un un ser alienígena y tentacular capaz de provocar un placer sexual completo, tan liberador como mortal.