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“H era mi tío”, dice Carlos Pardo Ros (actuando también aquí como narrador) al comienzo de su largometraje, H.  Un ejercicio de reconstrucción de la memoria que pretende llenar los vacíos de una historia que se ha olvidado y convertido en mito al mismo tiempo. Como una leyenda urbana, los acontecimientos que rodean la muerte de “H”, fallecido por la cornada de un toro el 12 de julio de 1969 en la celebración de los Sanfermines en Pamplona, han tomado en el imaginario colectivo la forma de un relato que muta cada vez que es contado. Pardo Ros explora en este, su primer largometraje, las posibles maneras de revivir a un fantasma de su propio pasado familiar y traerlo al presente. En esta especie de documental imaginado, el director reúne a amigos y personas cercanas (Leonard Plattner, Julio Carlos Ramos Zapata, el músico Pedro Ladroga y la actriz Itsaso Arana), quienes representan cada uno a “H”, recorriendo las calles, bailando una y otra vez en aquella fiesta popular donde este encontró el final de su vida.

Todos estos elementos se unen para dar lugar a un film que habita en el terreno de lo ominoso y lo ambiguo hasta el punto de decantarse por lo experimental en su tramo final. Es allí donde la película de Pardo Ros gana en estímulo formal al mismo tiempo que pierde en términos de discurso. Porque H es una pieza que arranca con enorme fuerza narrativa pero que acaba optando por un abandono de la narración a medio camino, lo cual no deja claro cuál es la intención del autor detrás de este ejercicio de experimentación (y a su vez pone sobre la mesa la pregunta sobre los límites morales del mismo). No obstante, el mayor acierto de H se encuentra en la constante ambigüedad entre el género documental y la ficción -o, en otras palabras, la no ficción invadida por el relato ficcional-, planteando la posibilidad de un cine que funcione no sólo en términos de revisión de la historia sino también como herramienta generadora de múltiples e inacabables relatos posibles.