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Versión ampliada de Caimán CdC nº 55.
Enric Albero.

¿El cambio de punto de vista que existe entre Una segunda madre (2015) y Madre solo hay una (2016) afecta directamente a la puesta en escena?

Una segunda madre está narrada desde el punto de vista de Val (Regina Casé), la madre. La hija que llega es el elemento desestabilizador, pero seguimos a Val que, además, siempre trata de proteger el orden establecido y a su hija, a la que no para de recriminarle su comportamiento hasta que, finalmente, se da cuenta y acepta lo que está sucediendo. En Madre solo hay una a quien seguimos es a Pierre/Felipe (Naomi Nero) y, lógicamente, la película es mucho más sensual, tiene mucho más movimiento, los cuerpos son más importantes,… En Una segunda madre, un film mucho más político, lo importante era el espacio; aquí, el personaje.

Se trata, pues, de no abandonar el punto de vista de Pierre/Felipe. Cuando la madre desaparece, desaparece; lo mismo sucede con su hermana, la tentación de seguirla, de contar algo más de ellas estaba ahí, pero es la historia de este adolescente la que me interesa. Creo que así la película gana fuerza, aunque sea menos comercial. De todos modos no me interesaban ni el drama ni las lágrimas, quería seguir a ese chico en ese viaje a su abismo.

Ha contado con la uruguaya Bárbara Álvarez (Whisky, La mujer sin cabeza) como directora de fotografía en sus dos últimas películas y su trabajo no puede ser más diferente…

Es muy importante para mis películas. Entendió muy rápidamente qué es lo que necesitábamos para contar esta historia… Por ejemplo, en la escena de la comida, que está situada justo en la mitad y es como el comienzo de otra película, de una nueva vida para Pierre/Felipe, Bárbara (Álvarez) hizo una cosa que me gusta mucho: la cámara nunca está con el personaje principal de cada momento; cuando el padre llora no lo vemos, observamos a quienes le miran. Además, en esa escena vemos a todos los miembros de la familia, pero nunca se los ve juntos, hay algo ahí que está roto.

¿De dónde surge el interés por esta historia?

Es una historia real por la que Brasil se ha sentido fascinado, y yo me incluyo. El personaje de la madre ya ha sido utilizado en telenovelas, películas… Pero nadie había prestado atención al hijo, que era el que a mí más me interesaba. Se trata de alguien que lo pierde todo: su nombre, su casa, su escuela, sus padres, su familia… ¿En quién le convierte eso? Quería indagar en ese vacío. Posteriormente decidimos incluir la temática transgénero que nos permitía abordar esa doble vida, cómo guarda para sí mismo esa parte de su personalidad. Me gusta esa escena en la que se está pintando los labios e, inmediatamente, por corte directo, lo vemos con la bicicleta junto a los otros chavales. Esas dos partes de su vida solo se unen cuando, realmente, se ve obligado a tener dos vidas. Es una lucha por la identidad que, de uno u otro modo, todos enfrentamos, todos tenemos algo que es extraño o que no gusta, si lo escondemos, jamás seremos nosotros mismos… Creo que esta es una película que plantea un dilema que todo adolescente tiene: o hieres a tu madre, cosa que no deseas, diciéndole quién eres o jamás serás tú mismo. Es una película sobre el nacimiento de la identidad.

La identidad parece ser un tema importante para usted…

En mis dos últimos filmes aparece un adolescente que rompe las reglas. En el anterior se hablaba de cuestiones sociales, aquí se observa la lucha de alguien por ser uno mismo, un problema que no tiene Jessica (Camila Márdila) en Una segunda madre, un personaje con una personalidad muy definida.

¿Por qué utilizó a Daniela Nefussi para interpretar a las dos madres?

Aunque en principio esta pueda parecer una historia extraordinaria, desde un punto de vista simbólico creo que es una historia normal. La primera madre representa a la madre de la infancia, la que acepta a su bebé al cien por cien y cree que es maravilloso. Después, cuando tiene quince o dieciséis años y empieza a individualizarse, a ser él mismo, aparecen aspectos que no gustan tanto –que sea gay o transgénero o quiera estudiar cine– y empieza el rechazo. Así que, simbólicamente hablando, aunque cambie de familia, la madre sigue siendo la misma. Y así es como los adolescentes me han transmitido que ven la película: sienten la historia como suya, están viviendo eso ahora mismo. De hecho, un chico se me acercó llorando diciéndome: “esta es mi historia, soy gay y mi madre lo aceptó, pero encontró un vestido en mi habitación y se volvió loca”. Ellos perciben que, en el fondo, la madre es la misma, la reacción es la misma aunque sean dos familias tan distintas. Eso era lo que queríamos conseguir, teniendo en cuenta que esto es una ficción y que intervienen otros muchos elementos.

Sus películas desprenden fe en la juventud…

Creo que así se construye la historia. Todas las revoluciones, incluidas las cinematográficas, han sido llevadas a cabo por jóvenes que rompían las reglas, aunque es verdad que hoy, buena parte de la juventud está muy asustada. Es cierto que, a veces, es la gente adulta o mayor la que lleva a cabo esos procesos pero, en el fondo, son jóvenes… Mira a Bob Dylan, Forever Young. Me gusta la gente que es joven más allá de su edad. Es importante no detenerse, no conformarse, seguir adelante. Si aceptamos las cosas como son, estamos muertos.

En la secuencia del probador afloran, de nuevo, las diferencias de clase…

Creo que esta es una historia sobre brechas: la generacional y la de clase, pero también la narrativa puesto que hay muchas escenas que no vemos. Es cierto que en esa secuencia hay un conflicto de clase, pero habla sobre todo del autoritarismo: tienes que vestirte de la manera en que yo me visto. Al padre en Brasil lo llamaríamos coxinha.

¿Puede explicar ese término?

Ahora mismo, Brasil es un país dividido entre petralhas y coxinhas. Los petralhas son los que apoyan al PT, el partido de Lula da Silva y Dilma Rousseff, personas que han logrado introducir grandes cambios sociales en los últimos 15 años tales como la inclusión de la gente de color, transgénero, impulsar leyes para la igualdad de la mujer,… De hecho, Jessica, la joven de Una segunda madre, es un personaje forjado en ese periodo, y la propia Rousseff se ha referido a ella incluso en sus discursos. Ahora ha sido destituida y los coxinhas (conservadores) han tomado el poder: tenemos un viejo nuevo gobierno. Brasil está volviendo al pasado.

Esta gente se ha unido para expulsar a Rousseff porque iba a mandar a la cárcel a todos aquellos que estuvieran envueltos en graves casos de corrupción. Le advirtieron que se detuviera y no lo hizo, así que, sin ningún motivo, la han echado. La gente sale todas las semanas a la calle para protestar, pero esas concentraciones no aparecen en la televisión. Es una locura.

¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

Precisamente estoy haciendo un documental sobre los últimos días de Dilma Rousseff, puesto que tuvimos acceso a la residencia presidencial durante ese periodo de tiempo. Estamos en fase de montaje y creo que estará para el próximo año. En cuanto a mi próximo proyecto de ficción, versará sobre el sexismo, sobre cómo la sociedad trata a las mujeres, pero alejándome del drama y tratándolo casi diría que de una manera pop, crítica pero con mucho humor. Pero aún falta tiempo para eso, estoy empezando ahora con el guion.

Entrevista realizada en Valladolid el 27 de octubre de 2016