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En los agradecimientos del segundo largometraje de animación de Benoît Chieux se encuentran dos nombres importantes: Hayao Miyazaki y Moebius. Dos referentes en el género cuya influencia es más que evidente en Sirocco y el reino de los vientos. Ganadora del Premio del Público en el Festival de Annecy, la película de Chieux construye un mundo fantástico que apela a la sensibilidad de niños y adultos por igual, si bien está dirigida especialmente a un público infantil. De tintes surrealistas, el film se adentra en el universo creado por una escritora (Agnes), al que llegarán dos niñas pequeñas (Carmen y Juliette) a través de una rayuela que hace las veces de agujero de conejo hacia un país de las maravillas. Allí, en el ‘reino de los vientos’, se topan con una multiplicidad de criaturas, en cuyo diseño se mezclan las formas humanas y animales, dando lugar a versiones ficcionadas de personas reales, incluyendo a Selma, la hermana de Agnes que, como ellas descubren, falleció en medio de una tormenta. Chieux busca hablar de lo real a partir de lo imaginado, con una historia divertida que no obstante aborda temas complejos como la muerte y el duelo, con delicadeza y precisión. La animación, de ese modo, sirve nuevamente como alegoría de algo más oscuro, como sucede en muchos clásicos de Disney o en el propio Miyazaki, cuya huella es inevitable palpar en esta lucha de las dos hermanas por regresar a casa. Y aunque Sirocco y el reino de los vientos está lejos de poder ser equiparada a El viaje de Chihiro, la intención de acercar a públicos más jóvenes a este tipo de historias es un gesto bello que destacar. Daniela Urzola