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Jaime Pena.

Una nota aclaratoria inicial: Sayat Nova no es El color de la granada, la película que conocíamos sobre el poeta armenio del siglo XVIII Sayat Nova rodada por Sergei Parajanov entre 1967 y 1968. El color de la granada fue el título que le puso la censura soviética cuando fue remontada al poco de ser estrenada. Con ese título y montaje se conoció internacionalmente a partir de la década de los setenta la que está considerada como la gran obra maestra de Parajanov (editada hace unos años en España en un pack Parajanov por parte de Divisa). Restaurada por fin en 2014 y restituido el montaje original gracias a la colaboración entre la Cineteca di Bologna y la Film Foundation de Martin Scorsese, esta Sayat Nova sí es la Sayat Nova que concibió Parajanov (por más que la copia española se empeñe en subtitularla otra vez ‘El color de la granada’).

El episodio de la censura soviética, celosa desde un primer momento del proyecto, es sumamente significativo. Según cuenta Erik Bullot en su libro sobre la película (Yellow Now, 2007, citado en el dossier de prensa francés), la cinta es tachada de oscura, alegórica y formalista, con un clima religioso que se impone al obligado realismo. Como ha ocurrido tantas veces, la censura entendió a la perfección el desafío que le planteaba Parajanov: aquello de lo que acusaba al film constituía en realidad sus mayores virtudes.

Efectivamente, Parajanov desprecia el realismo y más aún el relato biográfico cronológico. Como propone desde el mismo rótulo inicial, su retrato de Sayat Nova se sustenta sobre “el simbolismo y las alegorías propias de los poetas-trovadores de la Armenia medieval”. La poesía se traduce en imágenes, y esta no es una forma de hablar. Por supuesto, el mundo que crea Parajanov resulta, a ojos de un espectador desconocedor de la obra del poeta, tan críptico (y oscuro) como inmensamente bello. En el fondo estamos ante la antítesis de Andrei Rublev (1966), en la que Tarkovsky reconstruye episodios de la vida del pintor medieval de iconos. El pintor está en el origen de un relato biográfico; por el contrario, el poeta suscita una sucesión de imágenes que se organizan en base a parámetros sensoriales, por más que subyazca un esqueleto temporal que nos lleva de la infancia del poeta a su retiro ya anciano en un monasterio del Cáucaso.

En este itinerario, lo dionisiaco (las granadas, las uvas) deja paso al misticismo; o, lo que es lo mismo, las pasiones derivan en los tormentos del poeta y en un universo onírico que se expresa a través de tableaux vivants (la frontalidad domina toda la puesta en escena) y rudimentarios efectos especiales de stop-motion. En realidad, los heterodoxos créditos iniciales no disimulan la naturaleza de la película que vamos a ver. En ellos aparecen acreditados un creador de joyas, un consejero de arquitectura o un coreógrafo (el propio Parajanov): Sayat Nova es un musical sin apenas canciones o bailes, una de las máximas expresiones del éxtasis poético o cinematográfico.