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Después de la indagación en torno a los vínculos entre madre e hija que propuso Alice Winocour en Próxima (2019), la cineasta francesa parte ahora de la experiencia personal de su hermano, superviviente de los atentados de la sala Bataclan en París, y de los SMS que se intercambiaron aquella noche, para proponer una exploración en torno al trauma y la memoria. Y sí, hasta aquí la propuesta conecta de manera directa con Un año, una noche, la película que presentara Isaki Lacuesta en el último Festival de Berlín. La historia de Winocour ficcionaliza los hechos, los traslada a un restaurante y se centra en Mia (Virginie Efira), que después del atentado recuerda solo el inicio. La película seguirá a Mia en su personal proceso de reconstrucción de los recuerdos a través de un juego inmersivo que nos posiciona en su punto de vista para tratar de trasladar la vivencia del desconcierto.

Y resulta interesante el modo en el que Revoir Paris desarrolla la idea de la necesidad del otro, de lo colectivo, para restaurar el dolor. Pero lo hace a través de un efectismo dramático (subrayado, cómo no, por la música) que, si bien no termina de desbarrarse, al estar basado en los testimonios reales de las víctimas, plantea serios problemas con respecto al propio film. De hecho, Revoir Paris se falla a sí misma cuando rompe, precisamente, con la propuesta del punto de vista compartido entre Mia y el espectador (sabemos lo que ella sabe) para narrar lo que ocurrió con uno de los personajes, un senegalés sin papeles al que ella busca para agradecerle su ayuda aquel día. La película, que por momentos busca una coralidad que refleja las distintas maneras en las que cada cual afronta el trauma, recoge a través de esta historia la realidad de aquellas víctimas ‘no registradas’, migrantes que huyeron antes de poder ser siquiera atendidos por los servicios de urgencias. De nuevo aquí, sin embargo, un cierto exceso estético lastra la propuesta.

Jara Yáñez