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He aquí una película que podría definirse, si la palabra no fuera tan pretenciosa y antipática, como de “dispositivo”. Una cineasta más o menos en la cuarentena (interpretada por la propia directora) intenta poner en pie un proyecto que consiste en pasar revista a su vida amorosa, entrevistarse con sus exparejas e intentar dilucidar, como reza el título, qué se hizo mal en todas aquellas relaciones finalmente rotas por uno u otro lado. Se trata, pues, de tres segmentos claramente definidos,  cada uno de ellos dedicado a un hombre distinto, como dejan claro los rótulos nominativos que encabezan las distintas partes, y enlazados por viñetas de su nueva vida amorosa al lado de un músico gallego, otra experiencia que parece condenada al fracaso. Autoficción conjugada en femenino, retrato de una crisis, reflexión sobre la pareja y sobre el acto creativo: son muchos los caminos que pretende transitar Liliana Torres en su segundo largo, tras Family Tour (2013), y todos ellos de gran recorrido, de manera que se trataba de crear roces y encrucijadas que a su vez generaran múltiples sentidos entrelazados. En lugar de eso, sin embargo, ¿Qué hicimos mal? parece abrir distintas líneas narrativas que trascurren en paralelo pero nunca llegan a encontrarse, como si Torres decidiera finalmente privilegiar el elemento que les podría servir de conexión: su persona, su propio cuerpo, que se mueve de manera un tanto exhibicionista y afectada por los entresijos de este laberinto que nunca llega a serlo.

Hay una cierta autocrítica en ¿Qué hicimos mal?, claro está. Pero quien firma estas líneas hubiera deseado que ese conflicto entre relato y narradora se internara en espesuras más allá de la mera superficie, y que el juego del cine dentro del cine, o la relación entre documental y ficción, no se limitara a lo que ya se deja claro en las primeras escenas. Que el film se peleara con su propia decisión de partida, que no procurara nadar solo en aguas tan plácidas y confortables como las que frecuenta de principio a fin, por mucho que parezca lo contrario. O que hubiera optado con franqueza por el melodrama, o por la crónica sentimental, o por una mezcla de todo ello que no diera la impresión de simple acumulación, sino que se entregara con ahínco a la superposición de capas, a investigar en su propio proceso de creación o a indagar en los materiales de los que está hecho, tal como parece prometer aquel “dispositivo” del que les hablaba. En lugar de ello, ¿Qué hicimos mal? prefiere arrimarse a maneras y procedimientos más convencionales a los que incorpora determinados modismos de una cierta tendencia del cine contemporáneo que parece estar ya tocando techo. ¿Una ocasión de oro para replantearnos aquel “otro” cine español que ahora parece seguir caminos tan dispares? Continuará, y creo que en el seno de este mismo festival.