En recuerdo del cineasta, historiador y crítico Peter von Bagh, fallecido el pasado 17 de septiembre, rescatamos aquí la entrevista aparecida en Caimán CdC nº 14 (65), de marzo de 2013.

Cinefilia y héroes finlandeses
Javier H. Estrada

Crítico, historiador, director de un importantísimo festival y también cineasta, el finlandés Peter von Bagh llega este mes de marzo a Filmoteca Española para presentar una amplia retrospectiva de su obra. Es una oportunidad de oro para descubrir a un director completamente inédito en España y para entrar en contacto con una de las personalidades más importantes de la crítica cinematográfica mundial.

Usted nació en 1943, tres años después del final de la Guerra de Invierno, que enfrentó a Finlandia con la Unión Soviética, ¿qué influencia tuvo la posguerra en su infancia?
Pasé los primeros diecisiete años de mi vida en un hospital psiquiátrico, porque mi padre era el director de ese centro. En la Finlandia de los cincuenta, mucha gente tenía serios problemas mentales derivados de la guerra. Mi respeto por las personas viene de entonces, aprendí a apreciar a esa gente. Creo que tengo más facilidad para relacionarme con ellos que con la llamada ‘gente normal’, porque creo que son más naturales e incluso mejores personas. También hay que tener en cuenta que mi madre murió cuando yo tenía seis años y que mi padre era una persona muy callada, nunca tuve una buena conversación con él. Diez años después de la muerte de mi madre, mi padre volvió a casarse y para mí fue una circunstancia triste. Mi madrastra me distanció de mi padre y destruyó todos mis libros, revistas y fotos. Creo que mi cinefilia nació de esa soledad, cuando pierdes a tu madre a esa edad te conviertes en una persona solitaria y las películas son tu contacto con el mundo. Por otra parte, empecé a escribir crítica de cine a los dieciséis años, cuando pasaba mucho tiempo en el hospital psiquiátrico, no creo que sea casualidad…

¿Recuerda qué película marcó el inicio de su cinefilia? 
Recuerdo que Se interpone un hombre (Carol Reed, 1953), sobre el Berlín dividido, me creó una especie de shock cinéfilo. Después llegó una película todavía más decisiva para mí, Al Este del Edén (1955); cuando vi cómo situaba la cámara Elia Kazan pensé: “Esto es arte”.

¿Cuál es el origen de su primer cortometraje, Pockpicket (1968), su ingenioso homenaje a Robert Bresson, en el que un joven se dedica a introducir dinero a hurtadillas en los bolsillos de la gente?
Fue una especie de home movie que realicé junto a Pertti Maisala sin tener ni idea de cómo se hacían las películas. Nació de una broma: en la Filmoteca proyectaron Pickpocket (1959); llevábamos años esperando verla, porque en su momento había sido prohibida por la censura finlandesa. Y después de la proyección, Maisala me propuso que diéramos la vuelta al argumento de Bresson.

The Count (1971), una de las películas más divertidas que he visto en los últimos años, sobre un playboy que estafa a 76 mujeres fingiendo estar enamorado de ellas para llevarse sus fortunas, es su primer y único largometraje de ficción. ¿Por qué a partir de entonces solo ha realizado documentales? 
¿De verdad le gustó The Count? Puede que usted tenga algún tipo de enfermedad mental… Los resultados de esta película en taquilla fueron miserables. El problema fue que se estrenó en el cine más grande de Helsinki, todo el mundo esperaba que funcionase genial, pero no hubo tanta gente interesada y recibió las peores críticas de la historia del cine finlandés. Uno de los periódicos más importantes dijo que era “el fiasco más grande de todos los tiempos”. Todos recuerdan ese titular, pero casi nadie la película. A continuación hice mi primer documental con material de archivo: Olavi Virta (1972), sobre un famoso cantante. Después pasé siete años sin hacer películas, nadie quería producirme una.

Uno de sus documentales más arrebatadores es Paavo Nurmi (1978), sobre el corredor finlandés que llegó a ganar doce medallas olímpicas. ¿Qué le atrajo del personaje?
Siempre me he sentido intrigado por las figuras públicas. Creo que, al hacer una película sobre una de ellas, puedes acercarte a las inquietudes de la sociedad de su época. Esa película está conectada directamente con mi infancia porque, como todos en ese período, era un apasionado del deporte. Nurmi fue uno de esos héroes finlandeses que simbolizaban tan profundamente lo que sucedía en el país que transmitía también la tristeza, las sombras existenciales de la nación.

Casi todos sus documentales se construyen a partir de materiales de archivo, empleando fragmentos de películas finlandesas del pasado. ¿Cómo es su método de trabajo? 
En realidad, en Finlandia solo se han realizado unos mil largos, así que puedes abarcar prácticamente todo, nunca estás perdido en el bosque. Además, suelo desechar aquellas películas que suelen calificarse como buenas, porque no reflejan la vida finlandesa de entonces tan bien como las mediocres y triviales. Prefiero recoger las trivialidades del día a día. Otro aspecto importante es que, a menudo, utilizo las mismas imágenes en diferentes filmes. Esto nos lleva a una idea básica: el concepto de familiaridad, necesito sentir que trabajo en terreno familiar, en casa.

¿Cómo trabaja con sus montadores?
He colaborado durante los últimos diez años con Petteri Evilampi, un montador que me ha dado aire fresco porque tiene un sentido del ritmo maravilloso, entiende las asociaciones que quiero mostrar y tiene la capacidad de ir a lo invisible, que es más importante que cortar correctamente. Estamos muy unidos, porque en mis películas la edición lo es todo. En el cine actual apenas veo técnicas de montaje que me apasionen. Para mí, la edición es tan esencial como lo era en el cine francés de los años veinte o en la Rusia soviética.

Sus documentales más recientes, como su particular retrato de la capital, Helsinki, Forever (2008) o su mirada a la trayectoria de una familia de artistas, Splinters (2011), no siguen un orden cronológico. Creo que ahora su cine apunta a una revisión emocional de la historia, más que a una cronológica. 
Exactamente, así es como se mueve el pensamiento humano. Nadie piensa de manera cronológica, solo algunos profesores. La emoción está ligada al pensamiento, no hay emoción si el pensamiento no es libre. La estructura de estas películas se parece un poco a la de las novelas de Faulkner, pero a la vez es tan fácil como un sueño.

En su serie documental en cuatro partes, Sodankylä Forever (2011), reconstruye la historia del legendario festival Midnight Sun de Laponia, del que usted es director desde su primera edición y que han visitado directores fundamentales, de Sam Fuller a Pedro Costa, pasando por Erice, Coppola o Kiarostami. ¿Qué figura le causó una impresión más profunda?
Es imposible elegir, pero fue maravilloso conocer a los viejos maestros de Hollywood, como André de Toth o Joseph H. Lewis. Berlanga y Erice también me causaron un gran impacto. Mirando la carrera de Erice, te das cuenta de que el talento necesita diez años para desarrollarse en profundidad. Hacer una película cada año no deja espacio a la creatividad. Creo que él tiene razón y que la industria está equivocada.

¿Cómo empezó el festival? 
Fue idea del realizador finlandés Anssi Mänttäri. En noviembre de 1985 se encontraba en este pequeño pueblo, Sodankylä. En ese período del año no sale el sol, así que estaba sentado en la habitación de su hotel, borracho, mirando a la oscuridad desde su ventana y pronunció la famosa frase: “¿Por qué no hacer un festival internacional de cine aquí?” Después, cuando volvió a Helsinki, contó la idea a los hermanos Kaurismäki, a estos les pareció interesante y Mänttäri me ofreció ser el director del festival. Desde el principio querían llevar a figuras fuertes, como Akira Kurosawa y John Huston. Yo tenía bastantes dudas, creía que era imposible, pero ese espíritu fue decisivo, empezar desde muy alto y no tener miedo.

Entrevista realizada en el festival
de Rotterdam, el 4 de febrero de 2012
Publicada originalmente en Caimán CdC nº 14 (65), Marzo 2013