Carlos F. Heredero.
El paisaje no para de moverse. Por un lado, ese ‘otro cine español’, o como sea que se le quiera llamar –porque todos los que leemos algo sobre él sabemos bastante bien a qué heterogéneo conjunto de películas y de cineastas se refiere el concepto en cuestión– sigue abriéndose camino por múltiples canales y foros. Ahí están los premios del SEFF a Costa da Morte y la programación entera de la sección ‘Resistencias’ en ese mismo certamen, los artículos en la prensa diaria, el dossier de la revista Academia, el reciente ciclo de Caimán CdC en la Sala Berlanga, los programas que ya preparan algunos festivales de la próxima primavera… Simultáneamente, algunas de sus manifestaciones empiezan a llegar a las pantallas comerciales (este mes lo hacen Gente en sitios y Tres bodas de más, películas de naturaleza y envergadura muy diferente, pero igualmente alejadas de las corrientes hasta hace poco hegemónicas en nuestro ecosistema), la movilización de los cineastas jóvenes más activos –en busca de huecos, reconocimiento y ayudas institucionales para la creación más libre– recobra su vitalidad, a la vez que una cierta controversia –a buen seguro, saludable– se abre paso por algunas instancias de la industria a propósito del discutido concepto del low cost.
En otro orden de cosas, las fronteras entre el cine tradicional, la videocreación, la producción artesanal y las imágenes que se expanden por espacios museísticos y centros de arte se mueven tanto o más que las aguas del cine español. Un videoartista como Steve McQueen sigue abriéndose camino, cada vez con mayor seguridad, en el territorio de la producción fílmica (12 años de esclavitud), otro como Bill Viola –figura mayor en su campo– visitaba la pasada primavera un encuentro cinematográfico y multidisciplinar como el IBAFF murciano, mientras que Albert Serra realiza un film de ¡más de cien horas! para la Documenta de Kassel y estrena el largometraje Història de la meva mort (triunfador de un festival de cine) en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Y se siguen moviendo –en realidad, llevan ya muchos años haciéndolo– los límites entre la ficción y el documental, como confirma Víctor Erice en su magistral Vidros Partidos, que es una de sus obras mayores y quizás la contribución de mayor alcance dentro del proyecto colectivo Centro histórico, en el que participan también Aki Kaurismäki, Pedro Costa y Manoel de Oliveira. Un film encargado por una fundación portuguesa, paseado primero por sucesivos festivales (Cineuropa, Seminci, Sevilla…) y ahora llevado a las salas: a la sazón, es el gran estreno de ‘Los imprescindibles de Caimán CdC‘ en nuestra sesión de diciembre, en la Cineteca del Matadero madrileño.
Se mueve el suelo del formato DVD, como demuestra el balance de 2013 en nuestro ‘Especial’. Se mueven los precios de las entradas (el debate sobre su coste empieza a socavar las pautas que los exhibidores imponían antes como dogma de fe). Se mueven las estructuras corporativas de la industria (ahí está la FAPAE, aquejada de una evidente parálisis). Todo se mueve, todo parece sometido a una acelerada mutación sobre la que carecemos de perspectiva suficiente y ante la que solo nos queda aferrarnos a una vieja certeza que ni siquiera sabemos si sigue vigente: transformarse o morir.
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