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Javier Sánchez Sagredo.

Para su segundo largometraje, Ricky D’Ambrose ha desarrollado las líneas del cortometraje Spiral Jetty (2017), su anterior trabajo, para estudiar la conducta de los jóvenes ante la emancipación como uno de sus problemas. En el corto, de hecho, nos muestra una escena prácticamente idéntica a Notes on an Appeareance (2018): la de un padre firmando el último cheque para su hijo. Esta cinta habla en primera instancia sobre la búsqueda de independencia en una sociedad confusa, partiendo del pilar familiar en el que se ha apoyado, y lo lleva a cabo mediante una ‘busca y captura’ de la cotidianeidad en la cosmopolita Nueva York.

D’Ambrose exhibe un estilo austero, de paredes desconchadas y actores situados en un encuadre de formato 1,33:1, divagando en sus pensamientos y mostrando una actitud hierática que recuerda al cine de Yorgos Lanthimos. Seres que ni sienten ni padecen y deciden entregar las riendas de su vida a la rutina. Las de David (Bingham Bryant) a una constante búsqueda de la adultez, y las de Todd (Keith Poulson) a un proceso de reconstrucción de los hechos inevitablemente enrevesado. Son personajes condenados, y el director americano trata de buscar con ellos el suspense a partir de su encuentro, sabiendo que es prácticamente imposible. De esta manera, soluciona el destino de sus protagonistas mediante planos generales donde aparecen alejándose cada vez más del encuadre para acabar perdidos en su propia vorágine.

En Notes on a Appareance, el director pone en práctica la teoría de la puesta en escena actoral de Bresson: seres que conviven en el espacio e interpretan sus líneas de diálogo de la manera más antiteatral posible. O dicho en otras palabras, naturalizando el discurso. No se busca una reacción dramática directa, como podría ser en el caso del joven y desamparado David, sino más bien una representación de su estado de ánimo a través de los gestos. Es un relato que no puede ser más místico, fruto de unas expectativas sobre algo muy grande que va a ocurrir pero nunca sucede. Por eso, es necesario atender a la posición de los actores en un escenario vacío que pretende funcionar casi como un croma, que con la velocidad de un rayo los sitúa en lugares impensables para la narración. Pero no es así.

De esta manera, también resulta reseñable el constante relevo entre el diálogo y la imagen fija –planos del metro que ubican al espectador en el lugar de los hechos, postales, escuetos párrafos de diarios, cafés sin terminar o noticias que adelantan el futuro de nuestros protagonistas– que entrena la mirada del espectador y genera una reacción sorpresiva sobre la propia historia, sin necesidad de artificios musicales o complejos despliegues sonoros. Notes on an Appareance es, de este modo, una cinta exhibicionista sin recurrir a los recursos habituales. Con una aparente austeridad presupuestaria, D’Ambrose exprime hasta la última gota todo lo que tiene para generar una historia compleja, bien ensamblada y con un poder visual inquietante.