Sofia Pérez Delgado.
Hay temas que, pese a ser de sobra conocidos por todos, continúan funcionando entre el público. Así ocurre con la fórmula de hombre crápula y reacio al compromiso que se ve obligado a centrarse de golpe con la aparición de un vástago del que desconocía su existencia. No se aceptan devoluciones llega precedida por un enorme éxito comercial tanto en su país de origen como en Estados Unidos. Su creador, el popular comediante Eugenio Derbez, abarca en su ópera prima para el cine los principales aspectos de la película. Como director, en primer lugar, Derbez se muestra limitado de recursos, con un tratamiento estético propio de un telefilm. En cuanto al guion, reduce la cinta al humor más simplista, dotándole a cualquier situación de un espíritu naíf, cuya ingenuidad (acentuada por la persistente banda sonora de Carlos Siliotto) resulta esperpéntica. Y en el apartado actoral, ofrece un repertorio de muecas y slapstick (no en vano, interpreta a un especialista de cine) que quedan ensombrecidos por la naturalidad de su joven coprotagonista, Loreto Peralta. La película se guarda un dramático as en la manga en su tramo final, pero para entonces ya se ha tomado tan poco en serio durante todo su extenso metraje, que no emociona ni transmite empatía real. Un resultado más bien desafortunado para la que se erige como la película mexicana más taquillera de la historia.
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