Desde un punto de partida similar y en los límites entre la ficción documentalizada o el documental ficcionado, como el díptico de Isaki Lacuesta conformado por La leyenda del tiempo y Entre dos aguas, se mueve La mala familia, el largometraje co-dirigido por Nacho A. Villar y Luis Rojo. Una propuesta que ataja y profundiza en problemáticas de índole sociológico que han llenado titulares de prensa y televisión, casi siempre desde una perspectiva sensacionalista y alarmista: los menores migrantes y su asociación directa con el aumento de la delincuencia. Un discurso, normalmente encendido por medios, partidos e individuos reaccionarios que pretenden culpabilizar y demonizar a una serie de colectivos (normalmente por su nacionalidad o raza) y no indagar y rascar en las causas y consecuencias que determinados actos y situaciones vitales han llevado a dichas jóvenes a la situación de desesperanza a la que se han visto abocados.
Nacho A. Villar y Luis Rojo no eluden ninguno de las temáticas que los medios obvian. Y a partir de una suerte de secuela de su mediometraje homónimo estrenado en 2021 y proyectado en Documentamadrid- continúa indagando en estos goodfellas de extrarradio, continuando el relato de sus jóvenes protagonistas en el mediometraje mencionado anteriormente. Unos jóvenes protagonistas que, despojados de su representación arquetípica y más allá de los delitos cometidos, son diseccionados a partir de una mirada distanciada y respetuosa, centrada en las cicatrices del alma que reflejan sus rostros encuadrados en primer plano, para que sirva de dos maneras tan diferentes como complementarias: en primer lugar, como exorcismo de los propios protagonistas del relato, al poder verbalizar y explicar, no los delitos por los que están pagando, sino las circunstancias vitales por las que han pasado y la condena de caminar en círculos concéntricos, donde la precariedad, los prejuicios, el dramático pasado que les une a todos ellos y el destino fatal al que se ven abocados, solo es soportable por los pequeños y escasos destellos de luz que les aporta la conformación de una familia tan disfuncional como tremendamente poética y humana.