Alain Guiraudie es un gran cineasta hedonista. En sus películas la moral convencional siempre es puesta entre paréntesis para permitir la aparición de otra moral basada en la ruptura de las convenciones sexuales y religiosas. No hay culpa, ni expiación, ni ninguno de los elementos claves de la moral católica, únicamente existe una libertad de conciencia guiada por la fuerza de un deseo que parece como si todo lo determinara. El director de El desconocido del lago, realiza en Miséricorde una especie de revisión de Teorema de Pier Paolo Pasolini situada en el corazón de un entorno rural inspirado en una parte de la novela escrita por el propio Guiraudie titulada Rabalaïre. Andergraun Flms de Albert Serra y Montse Triola es la coproductora de la película.
Jéremie, que había trabajado como panadero en Toulouse, regresa al pueblo de su infancia para asistir al entierro de su antiguo patrón. En el pueblo reencuentra a dos de sus amigos de infancia, uno de ellos el hijo del hombre muerto. Jéremie deambula por los bosques del lugar, reencuentra a sus amigos, despierta celos insospechados y es deseado por una parte de la comunidad. Como el misterioso desconocido de Teorema, el deseo marca la relación con cada uno de sus personajes, esta vez combinado con unas cuantas dosis de pastis. Después de una discusión Jéremie mata a uno de sus amigos, esconde su cuerpo y empieza lo que podría ser definido como un thriller rural de resonancias chabrolianas. Todo podría derivar hacia una película convencional de investigación si no fuera porque, tal como hemos dicho, los códigos morales del cine de Guiraudie son otros. El cineasta nos muestra cómo circula el deseo entre todos los personajes que están presentes en la historia, incluido el viejo cura del lugar. El crimen acaba siendo minimizado moralmente, aunque todas las pruebas sean evidentes; la verdadera cuestión residirá en descubrir si verdaderamente sirve de algo acusar a un culpable, destruir su vida y si el asesinato implica la existencia del mal, si el mundo puede ser mejor sin la víctima y si se puede vivir al margen de la angustia generada por la conciencia. La historia negra de Guiraudie acaba adquiriendo leves aires hitchckonianos, haciendo que la sombra de Pero… ¿quien mató a Harry? y de Yo confieso interfiera con la de Teorema de Pasolini.
Àngel Quintana