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La otra película corsa del Festival de Cannes, junto a À son image de Thierry de Peretti en la Quincena, constituye una remarcable incursión en la guerra de clanes que sacudió la isla a mediados de los años noventa, a partir del vínculo entre Lesia, una joven adolescente (una magnética Ghjuvanna Benedetti) y su padre ausente. La película arranca con lo que podría ser el enésimo retrato naturalista de la vida en la Córcega profunda, a través del seguimiento de una partida de caza de un jabalí por parte de un grupo mayoritariamente masculino, donde ya se destaca Lesia, quien acaba destripando al animal muerto. Pero una banda sonora de tintes inquietantes marca cierto extrañamiento sobre esta cotidianidad retratada. Tampoco es habitual la vida de Lesia, que ve interrumpida su rutina veraniega por la obligación de ir a visitar a su padre a una residencia escondida del resto del mundo.

A través de pequeños resquicios que ofrecen la narrativa y la puesta en escena se nos va dibujando la realidad sobre el progenitor de la protagonista, jefe de un clan mafioso que se mantiene en la clandestinidad protegido por un pequeño séquito. Desde allí sigue dirigiendo operaciones en una isla marcada por los enfrentamientos violentos a diferentes bandos. Esta sólida ópera prima de Julien Colonna se distancia de las inercias del cine de género sobre mafias locales para adentrarse en las entrañas de un clan a través del acercamiento progresivo y profundo de una hija hacia su padre. El director apuesta por llevar a cabo un retrato desde dentro a partir de la evolución de Lesia, que pasa de la reticencia a la implicación en las actividades del grupo de su padre, en un acertado análisis que quiere entender, sin justificarlas, las dinámicas que forjan los círculos de violencia transmitidos de generación en generación en estos contextos.

Eulàlia Iglesias