Premiada en Locarno, vista luego en Sevilla, Ivana la Terrible es una película ciertamente extraña. Podría ser perfectamente eso que se llama una ‘autoficción’, pues este segundo largometraje de Ivana Mladenovic identifica los nombres de directora y personaje con el fin de contar una odisea personal, pero también de experimentar con el puro placer de la narración. A su vez, Mladenovic nació en Serbia, estudió en Belgrado y se trasladó luego a Rumanía, donde empezó su carrera cinematográfica. Pues bien, esa condición apátrida, inquieta y movediza, es la que ostenta también su película, que transcurre siempre entre países, entre culturas, entre géneros, para referir la historia de otra Ivana (por mucho que se trate de ella misma) que se lanza a un viaje de retorno en sentido contrario, del ajetreo de Bucarest a algún lugar del Danubio en el que pretende reencontrarse con sus orígenes.
Sin embargo, en contra de lo que esta breve sinopsis podría hacer pensar, el tono de la película no es nunca grave ni solemne. Por el contrario, la propia Ivana es una especie de torbellino que lo revoluciona todo, incluido el modo en que suelen abordarse este tipo de ficciones sobre el destino aciago de los países del Este europeo. Aquí se trata de una aproximación en forma de comedia extravagante, burlesca, a veces grotesca, que nada tiene que ver con la elegía o el lamento, ni mucho menos con la denuncia o la intención testimonial. Ivana regresa harta de su entorno, pero nunca en busca de tranquilidad. O por lo menos no es eso lo que demuestra con su conducta, que siempre agrede y molesta a quienes la rodean, incluso a sus propios padres, con los que supuestamente desea reencontrarse, en todos los sentidos. Y tampoco la película se muestra tranquila o melancólica, sino más bien hiriente, insolente, irreverente. ¿Se puede hacer una comedia pop en esos escenarios tan castigados por la historia reciente? ¿Se puede hacer una película sobre Serbia que no intente conmover sino más bien remover? A estas dos preguntas, Ivana la Terrible contesta afirmativamente. Pues, como demuestra conforme avanza su metraje, estamos ante un film que también habla del cine, de cómo hacer cine ahora en esa parte del mundo, y que lo hace pensando que la mejor manera de enfrentarse a esa cuestión es incomodar, incordiar, incluso irritar.
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Guión y comunicador: Diego Rufo
Imagen gráfica y técnico de grabación: Jaime Garzía
Producción de podcast: Iván Patxi Gómez Gallego
