Una película de Quentin Dupieux es siempre una gran caja de sorpresas. Puede otorgarle su protagonismo a una rueda asesina, a una chaqueta de ciervo para psicóticos o a una mosca de grandes dimensiones que al ser domesticada puede ser útil para que dos gandules hagan sus negocios. Fumer Fait Tousser va un poco más allá. El argumento es un gran canto al absurdo. Un niño observa en una cantera a cuatro avengers cutres luchando contra una gran tortuga ninja. Una vez cumplida su misión, los superhéroes van a recibir un nuevo encargo de su jefe, una rata inmunda con un moco permanente en la nariz. Mientras esperan para realizar su nuevo trabajo, los superhéroes se aburren, aguardan a que les cambien su robot y acaban contando cuentos de terror. El primer cuento tiene como protagonista a una extraña máscara que transforma a quien la lleva en una cabeza pensante, mientras el segundo habla de un pobre carpintero que cae en una trituradora de leña que le pulveriza el cuerpo. Dupieux no tiene ningún tipo de complejo para adentrarse en los territorios más cutres, para resucitar la serie Z y crear una serie de piezas llenas de buen humor. Fumer Fait Tousser acaba siendo una película divertida, ingeniosa y entrañable. No sé por qué al verla he pensado que estábamos ante una versión francesa y postmoderna de Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda.
Àngel Quintana