Robin Williams (1951-2014)

Un buen día recordó que había prometido no crecer. Y quizá por eso la carrera de Robin Williams estará por siempre ligada a un tipo de cine familiar, y a toda una generación de espectadores infantiles. Siempre, eso sí, eligiendo meticulosamente los proyectos y los cineastas con quienes trabajó. Desde Robert Altman, quien en 1980 le ofreció su primer papel protagonista para la gran pantalla en la adaptación del Popeye de E. C. Segar, hasta Chris Columbus (Señora Doubtfire, El hombre bicentenario), Barry Levinson (Toys) o Joe Johnston (Jumanji). Posiblemente el papel que mejor representó esa faceta de Williams fue el del Peter Banning / Peter Pan de Hook, el Capitán Garfio (1991), que interpretó a las órdenes de Steven Spielberg: el niño atrapado en un cuerpo de adulto, no tan lejano del que encarnaría algunos años más tarde en la menos infantil Jack, de Francis Ford Coppola (1996). Su capacidad para el trabajo vocal se vio reflejada también en multitud de personajes animados a quienes prestó voz, y entre los que destacó muy especialmente el Genio de Aladdín (Ron Clements, John Musker, 1992).

Pero el actor de Chicago cultivó la versatilidad del buen cómico, y su trabajo fuera del cine familiar le llevó a papeles de gran calado en títulos como Good Morning Vietnam (1987), su primera colaboración con Barry Levinson, y su primera nominación al Oscar; El rey pescador (Terry Gilliam, 1991); El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997), por la que obtuvo la estatuilla, esta vez como Mejor Actor de Reparto; Insomnia (Christopher Nolan, 2002); o, muy especialmente, el profesor Keating de El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), cuyo célebre “Oh, capitán, mi capitán” inundó los mensajes de condolencias al conocerse la noticia de su fallecimiento.