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Louis Garrel: el cine como juego

Vuelve a recurrir al personaje de Abel como su prolongación en pantalla, ¿qué tiene de usted el protagonista del film? Probablemente compartimos una forma de ansiedad moderada y suave. Es alguien que intenta anticipar el drama antes de que llegue.

Entonces, ¿cuando escribe introduce también elementos de su propia biografía? Sí, sí, claro. Aquí he jugado con cosas que sucedieron cuando era pequeño. Mi madre trabajó en cárceles y frecuentaba a gente que había pasado por prisión y este mundo me ha servido como inspiración. La idea era poner en relación a dos personajes que no tenían absolutamente nada que ver, pero que están vinculados el uno con el otro.

Sus dos anteriores películas las escribió con Jean-Claude Carrière [fallecido en 2021]. Aquí comparte el guion con Tanguy Viel y Naïla Guiguet, ¿qué cambios ha notado? Había cosas que Jean-Claude no me autorizaba a hacer. Había escrito 150 guiones y había temas que ya no le interesaban o que no le atraían tanto. De lo que estoy seguro es de que no le gustaba la sentimentalidad y en esta película me he permitido a mí mismo ser sentimental. Las anteriores películas con él eran más secas e irónicas y es algo que me gustaba mucho. Pero aquí necesitaba contar con ese primer grado sentimental.

Aunque en su cine ya estaban presentes de manera muy elegante elementos de comedia, aquí se lanza al género de una manera más decidida. Sí, para esta película necesitaba cambiar totalmente de registro. Quería que tuviera cosas de polar, de cine negro, romanticismo…  y también comedia. Hay secuencias que parecen sacadas directamente de un vodevil y situaciones burlescas. No lo había hecho nunca y probar cosas nuevas me resulta muy agradable. Dirigir una película así produce un placer inmenso.

En esta película prueba con algunas soluciones visuales (split screen, por ejemplo) o de montaje que no se encontraban anteriormente en su obra, ¿está buscando su propia voz como director? Eso espero. La idea es hacer películas que planteen un juego con el espectador, que supongan una diversión para ellos. Por eso intento cambiar continuamente de registro, para no resultar monótono. También plantear referentes cinéfilos –en este caso está presente el cine de Brian De Palma– es otra manera de proponer ese juego al espectador. De De Palma me gusta sobre todo esa ironía que tienen sus películas. Sé que es algo que puede resultar impopular, pero en esta ocasión resultaba realmente adecuado.

¿Qué le preocupa más: la parte de la planificación o contar con un guion bien cerrado antes de rodar? Realmente el guion. Claude Chabrol decía que hay dos tipos de directores: los poetas y los narradores. Los poetas pueden permitirse improvisar, pero yo necesito que la historia que cuento sea muy precisa y luego ser más libre e intentar, en el mejor de los casos, trascender ese guion.

Precisamente, Chabrol también es un referente que aparece en algunas de sus películas… Hay algo de él que me gusta mucho. Siempre tiene descripciones muy fieles, con una ironía y una crueldad de viejo sabio. Plantea pequeñas provocaciones, no son grandes, sino que lo hace de una forma muy sutil. Y así consigue el encanto de la historia, pero también el componente de crítica. Esta dialéctica resulta perfecta para el cine.

Tras un drama como Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma, 2019), su film revela también el gran talento de Noémie Merlant para la comedia… La química entre los dos funciona realmente muy bien. Ella ya había hecho más ligero con Jacques Audiard en París, Distrito 13, y sabía que podía tener muchos registros. En el rodaje trabajamos mucho sobre su expresividad, su personaje es excéntrico y conmovedor desde el mismo momento de la escritura. Ella confió en mí y así ha descubierto una nueva personalidad como actriz. Actuar, en el fondo, es perpetuar los juegos que te gustaban cuando eras niño y cuando pides a alguien que interprete esta serie de situaciones cómicas es como regresar a la infancia de una manera directa.

Después de cinco películas dirigiéndose a sí mismo, ¿siente más libertad cuando se pone delante de la cámara? Empiezo a tener más confianza cuando me pongo en escena. Antes me cortaba un poco y me centraba en el resto de los actores. Aunque no creo que tener demasiada confianza en este sentido resulte positivo, porque entonces es cuando empiezan a fallar las cosas.

Y en cuanto a su personaje, en este caso huye de este arquetipo de bohemio burgués parisino… Necesitaba salir de París. No sé si yo soy en realidad ese tipo de parisino, pero sí que he hecho muchas películas que transcurren en la ciudad y ese arquetipo podía ser un problema para este proyecto. Por eso me fui a Lyon y cambié todo el imaginario que en torno a mí puedan tener los espectadores.

¿Se expresa como director de una manera distinta en la comedia que en el drama? Son dos géneros muy distintos, pero a mí lo que me gusta es acercarlos. Conseguir una tonalidad tragicómica. Ese es el estilo que me gusta como actor y como director. Las cosas que me motivan son las más fieles a una sensación de realidad y de existencia.

Y ahora, ¿qué género le gustaría incluir en su filmografía? Me gustaría hacer una película política, del estilo de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), pero no sé si lo conseguiría [risas]. Las películas de persecuciones también me gustan mucho, son apasionantes.

Fernando Bernal

Entrevista realizada en San Sebastián
el 20 de septiembre de 2022.