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Ciudad muerta, documental vivo.
Miquel Martí Freixas.

El largometraje Ciutat Morta (2014) de Xavier Artigas y Xapo Ortega provocó una alta conmoción social especialmente en Barcelona y también Cataluña después de su estreno en televisión la noche del sábado 17 de enero de 2015. Es tan infrecuente que una película documental llegue a un elevado número de espectadores y provoque reacciones inmediatas en un amplio espectro de la sociedad que su impacto podría plantearse como caso de estudio.

Antes de nada consideraría que el muy buen hacer de su lenguaje audiovisual es el principal motivo de su éxito. Dentro del alud de comentarios que ha recibido, desde el lado cinematográfico se la ha tratado con un poco de desdén, por fundamentarse en un pilar clásico del documental, el uso de entrevistas e imágenes ilustrativas. En mi opinión, Ciutat Morta encuentra la forma más adecuada para los contenidos que presenta, con lo cual, es inmejorable. No cae en los lados peligrosos de su temática, como son el sensacionalismo o lo panfletista. Crea una línea de investigación montada en el orden preciso, con pequeños pero significativos detalles formales, para obtener del espectador una máxima inmersión en una historia que es complicada y muy poco agradable.

Para el lector que no conozca la película, he aquí un resumen simplificado: unos altercados en Barcelona en febrero del 2006 acabaron con un policía local en estado vegetativo y cinco detenidos. Estos negaron siempre toda implicación, denunciaron torturas policiales y, posteriormente, un juicio lleno de graves irregularidades. Fueron condenados cumpliendo hasta cinco años de prisión, basándose la sentencia exclusivamente en declaraciones de dos miembros del cuerpo policial. Una de las condenadas, Patricia Heras, se suicidó en abril del 2011. Pocos meses después, los dos policías en cuyo testimonio se basó la sentencia, fueron condenados por torturas y acusados de falsificar atestados. En palabras del periodista Gerard Horta, “Ciutat Morta pone en relieve un proceso social que ha distinguido la Transición desde el 1978 hasta ahora: la cobertura política, policíaca, judicial y mediática de la tortura”.

El decisivo rol (y control) de la televisión

En la última década las cadenas de televisión en España han perdido audiencia y son consideradas genéricamente, por motivos muy variados, de poca calidad tanto en su entretenimiento como en su información. Ciudadanos de todas las generaciones, aunque especialmente las más jóvenes, han cambiado tiempo de consumo televisivo por tiempo en internet. La televisión ha perdido parte de su influencia en la sociedad. Ciutat Morta ha demostrado que estas afirmaciones pueden ser puestas en duda. Su emisión por El 33, la segunda cadena catalana, obtuvo un 20% de cuota de pantalla. La media anual de audiencia de El 33 en el año 2014 había sido del 1’6%. Se calcula que cerca de 575.000 espectadores vieron el documental, cifras similares o superiores a los programas estrella de la empresa. El impacto que tuvo su difusión televisiva es incomparable al de su destacado recorrido anterior. A pesar de su estreno en junio 2013 ocupando un cine, pasando por los festivales y espacios donde estuvo presente (Málaga, San Sebastián, PNR Madrid, L’Alternativa, DocsBarcelona, decenas de proyecciones populares), hasta su acceso en internet, la mayoría de la ciudadanía catalana seguía desconociendo la existencia de la película y parecía muy ajena a los hechos transcurridos. Ponerla en El 33 fue como abrir la caja de pandora.

Esta emisión televisiva, pero, no fue sencilla. Hasta tuvo que intervenir un diputado en el Parlament de Catalunya (David Fernández, CUP) preguntando al director de TVC por el retraso de la proyección. La presión parlamentaria desbloqueó evasivas y Ciutat Morta se ubicó en un espacio lógico dentro de la cadena, un programa especializado en cine, consiguiendo éste una atención única. Sólo queda la pregunta en el aire de qué hubiera sucedido si se hubiera emitido por TV3 y en horario prime time.

Las redes sociales como contracensura

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El cúmulo de factores de la repercusión de Ciutat Morta no es, pero, solo debido a su presencia en la tele. Es el resultado final de un trabajo cinematográfico y social colectivo, apoyado por decenas de personas en actividades diversas durante años. Un canalizador de todo este movimiento son las redes sociales. El conocimiento del caso por los medios de comunicación llamados ‘alternativos’ y por los movimientos sociales, creó un importante ruido en la red que aupó su difusión. Por poner solo un ejemplo, el policía Víctor Gibanel, jefe de información de la Guardia Urbana durante los hechos narrados, presentó una denuncia al juzgado contra la película por violación de su derecho al honor. Fue aceptada y TVC recortó cinco minutos acatando la decisión judicial, pero los minutos prohibidos corrieron libres por internet la tarde previa a la emisión. Paradójicamente, muchos espectadores vieron antes el fragmento censurado que el documental. Fue sólo el inicio de varios trending topics de Ciutat Morta en twitter en los días siguientes.

Impacto social

Lo que sucedió una vez pasada la proyección es muy infrecuente hoy en día aunque históricamente es una de las raíces del cine documental. Las Hurdes (Buñuel, 1927), Morir en Madrid (Rossif, 1963), Canciones para después de una guerra (Patino, 1971), Rocío (Ruiz Vergara, 1980), por citar solo películas filmadas en España, todas se enfrentaron a la censura, provocaron revuelos y polémicas. “El arte debe ser incómodo, sino parece que hacemos la banda sonora del régimen”, dijeron los realizadores en el plató de televisión.

Por el lado de la ciudadanía, hubo una ola de indignación que empezó esa misma noche con una manifestación y se alargó durante un par de semanas hasta en los sitios más comunes de la vida cotidiana donde se dieron inéditas conversaciones sobre cine documental. Entre muchas consecuencias y pequeños actos colindantes que se produjeron, destacaría la aparición en ruedas de prensa de casos de tortura en Cataluña en los últimos años, ignorados mediáticamente y con patrones no muy distintos a los expuestos en la película. Por el lado de los partidos políticos, hubo algo de ruido y pocas nueces. Salieron bastantes políticos a hablar, cerrando a favor del sistema judicial y proponiendo algunas posibles acciones que, por ahora, quedaron en cortinas de humo.

En los grandes medios de comunicación el tema copó espacio en las portadas de periódicos durante varios días, TV3 hizo un vistoso programa de debate, hubo columnas, artículos, programas de radio… de repente los periodistas de renombre opinaban todos a la vez, asumiendo sin decirlo, excepto Jordi Évole, que Ciutat Morta había puesto en evidencia la calidad y libertad de su trabajo, al no haberse preocupado mínimamente de un caso alarmante que estaba frente suyo durante nueve largos años. La película recibió ataques de periodistas y surfistas mediáticos variopintos que jugaron a hacer de críticos de cine. Sobre todo acusaron a los autores de hacer un documental ‘de parte’, parcial, sin tener en cuenta que el cine es de por sí autoral, subjetivo, confundiendo la palabras ‘reportaje’ (vinculada al periodismo) con las palabras ‘cine documental’ (vinculadas a lo cinematográfico), y ya sin entrar a profundizar en lo presentado por estos mismos medios como ‘objetivo’.

De todo el temporal generado, donde da la sensación de haber influido más es en la opinión general, siendo la ciudadanía después de traspasar su metraje y consecuencias, menos inocente respecto al funcionamiento democrático de las estructuras que la gobiernan. Debería también hacer reflexionar a directivos y programadores de televisión. El documental, muy infravalorado como industria televisiva en España, ha demostrado con Ciutat Morta, sus capacidades e interés masivo. La película de Artigas y Ortega es una senda a continuar, una buena propuesta audiovisual, asequible para todos los ciudadanos sin renunciar a tratarles con inteligencia, para cuestionar y debatir factores mejorables de nuestra imperfecta sociedad.