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La Historia como lienzo.

Javier H. Estrada.

¿Qué le llevó a adaptar Hijos de la medianoche?

En la India todos amamos esta novela de Salman Rushdie. La leí en 1982 y me conmocionó porque no es solo una novela épica sobre la India postcolonial, creo que es la mejor novela escrita sobre nuestro país por un autor local. Conocí a Salman años después y acordamos, de manera un poco informal, que trabajaríamos juntos en la adaptación de su novela Shalimar el Payaso. Hace tres años y medio nos reunimos de nuevo y le dije que el libro que realmente me gustaría llevar a la pantalla era Hijos de la medianoche. Le dejé muy claro que para mí era imprescindible que participase en la fase de escritura del guion, porque pensé que así evitaría ser irrespetuosa con el texto. Pensamos, cada uno por nuestro lado, cómo debía ser el flujo narrativo de la película. Dos semanas más tarde compartimos nuestras reflexiones y vimos que eran casi idénticas, teníamos la misma visión.


¿Tuvo algunas películas en mente al emprender este proyecto?

Sí, tres películas me influenciaron mucho: Cuentos de la luna pálida (1953), de Mizoguchi, y sobre todo las películas de Emir Kusturica El tiempo de los gitanos (1988) y Underground (1995). Creo que en Underground se mezclan de una forma maravillosa política e irrealidad. De El tiempo de los gitanos me interesaba el procedimiento de integrar elementos mágicos en la realidad.


Imagino que, por el gran número de localizaciones y personajes que contiene, la producción de Hijos de la medianoche debió ser muy complicada. ¿Se puede expresar
una visión personal dentro de un aparato logístico tan complejo? 

Para mí el proceso de preproducción es el más difícil. Consume una gran parte de mi energía. Lo que suelo hacer es dejar el guion a un lado durante un par de semanas, en ese tiempo tampoco veo películas ni leo libros. Después retomo la actividad y decido qué paleta de colores tendrá la película en base a las emociones que quiero reflejar. Eso es lo primero en lo que se refiere a la logística y al diseño de producción. En el caso de Hijos de la medianoche, tenía claro que debía utilizar el azul para reflejar la serenidad y el rojo para la pasión y la sangre. A partir de ahí es muy fácil discutir con los directores de arte y fotografía. En realidad, es el guion el que dicta el estilo visual y el uso que debemos dar a la logística. Otra parte esencial de la preparación son los ensayos con los actores, hay que tener en cuenta que en esta película hay diecinueve personajes de cierta relevancia con diálogos importantes. La preproducción nos llevó tres meses y el rodaje setenta días.


¿Cómo se planteó la problemática de encontrar un equilibrio entre el relato íntimo del protagonista y la Historia del subcontinente indio?

Decidí que estaría centrada en la historia personal y que, al mismo tiempo, permanecería atenta a ese viaje histórico que estaba viviendo la región. El guion estaba cuidadosamente trazado en este sentido. Podríamos decir que la Historia era el lienzo y la vida de Saleem era el retrato que está dibujado en él.


La película es muy ambiciosa, en total abarca sesenta años del subcontinente…

La clave estuvo en que Salman y yo acordamos que el guion se centraría en el viaje personal de Saleem y después en su contexto histórico. Quería reflejar que el presente es consecuencia del pasado, así que ese trayecto del personaje se convirtió en algo muy interesante. No solo me importaban sus propias experiencias, sino la relación de sus padres y de sus abuelos. La película tenía que empezar antes del nacimiento de Saleem.


La estructura de cuento está presente desde la primera escena, ese “Érase una vez…”

Exactamente. Quería crear una fábula. Rushdie me dijo que le encantaba la película porque capturaba la verdadera esencia de la novela.


¿En algún momento se planteó la idea de hacer una serie de televisión en lugar de una película?

No. Para mí las series de televisión no tienen mucho que ver con el cine. Es un medio muy poderoso pero pienso que no funcionaría para esta novela. Hace quince años la BBC se planteó producir una mini serie pero el proyecto nunca se materializó. El libro tiene mucha fuerza y elementos (tragedia, guerra, política, historia) pero al mismo tiempo es muy humano. Creo que en un proyecto de siete horas se complicarían innecesariamente las intenciones de la novela.


Usted se refiere a esos niños que nacieron con la independencia de la India como una generación perdida.

Absolutamente, esa generación, que es la de Rushdie, tenía un gran potencial. El final de la película es muy emocional, porque expresa que las cosas no sucedieron de la manera que todos esperábamos. Las capacidades mágicas de los niños son una metáfora del potencial. Hay un sentido de traición, de no conseguir lo que se esperaba de ti. Tanto esa generación como la nación en su conjunto estuvieron expuestas a una enorme presión. Pensaban que debían demostrar al mundo que se merecían la libertad, que podían hacerla funcionar, que era maravilloso liberarse del poder colonial.


Al final, Saleem es un errante, no tiene padres ni un hogar al que acudir. ¿Cree que su situación puede leerse como una metáfora del camino que estaba tomando el subcontinente tras la Partición de India y Pakistán y, décadas después, con la independencia de Bangladesh?

Sí, ese es un tema muy importante en la película. La búsqueda de un hogar, de una familia y de una identidad. Nos pasamos la vida buscando nuestro hogar. Para mí, nuestra identidad está marcada por cómo nos reflejamos en los ojos del otro. Al final, Saleem encuentra una familia que no tiene su sangre, pero él no se siente mal por ello. No está completamente cómodo, pero lo acepta. Creo que eso responde exactamente a lo que le sucedió al subcontinente.

Declaraciones recogidas en Valladolid,

el 21 de octubre de 2012.