Print Friendly, PDF & Email

¿Qué entendemos por alimentación consciente? En el interior de una escuela dedicada a los buenos hábitos alimentarios la alimentación consciente es aquella que se preocupa por el entorno ecológico, aquella que es consciente de que la alimentación provoca desequilibrios en la vida animal y aquella que previene el cuerpo de una serie de sustancias químicas que son susceptibles de provocar tumores cancerígenos y destruir nuestro organismo. En la escuela de la alimentación consciente se enseña a los alumnos de la alta burguesía a consumir lentamente, a comer poco y a poner bajo sospecha cualquier alimento. Incluso la escuela puede considerar que el acto más revolucionario que puede llevarse a cabo es el de dejar de comer, para obtener a partir de técnicas de relajación y de comunión espiritual el camino hacia el Club Zero, el lugar de la salvación de los cuerpos ante el mundo de la enfermedad. Para llegar hasta aquí es preciso tener fe.

Jessica Hausner construye su película como una sólida metáfora sobre los peligros de una sociedad en que la alimentación ha sido puesta bajo sospecha, en que los veganismos y otras actitudes alimentarias pueden esconder estados de anorexia. Un mundo en que las patologías alimentarías acaban transformándose en patologías psicológicas, pero en el que toda una juventud parece lanzada a las proclamas de la alimentación consciente. Rodada con un claro afán esteticista, con un equilibrio formal excesivo y desde un distanciamiento dramático que, a menudo resulta demasiado frío y poco empático, Club Zero es una parábola sobre las patologías de un mundo en el que el exceso de celo nos transforma psiquícamente. Una parábola que plantea cuestiones sobre los excesos de esticismo para plantear algo que afecta a vidas y a conductas. ¿Qué podemos comer después de ver Club Zero? That’s the question. Àngel Quintana


El dispositivo que estructura la nueva película de la austriaca Jessica Hausner es tan frío, tan distante y tan rígido que, en la práctica, desactiva casi desde el principio su propia metáfora: una parábola sobre los trastornos alimentarios y sobre la ‘alimentación consciente’ en un mundo que se pretende sea sostenible y saludable. Una escuela de la alta burguesía donde se enseña a sus jóvenes alumnos la manera de comer y las ventajas incluso de dejar de comer; una prácticas que, como ya sabemos, pueden conducir a gravísimos casos de anorexia y a trágicos desenlaces como el que supuestamente cierra la historia que aquí se cuenta, puesto en escena de manera alegórica con una estética que roza la cursilería new age más grimosa. Entre medias queda un film de encuadres asépticos y simétricos, de seres humanos de los que en realidad apenas llegamos a saber nada y por los que la directora apenas se interesa, convertidos meramente en peones de una puesta en escena que se vuelve además, de manera flagrante, contra las teóricas intenciones de la película, puesto que estetiza y aseptiza el discurso ideológico que se pretende criticar. Es cierto que después de haber visto la también hiperestilizada película de Kaurismäki (llena de ternura por sus personajes, de cercanía y de sentido del humor), la gélida, casi clínica y cerebral realización de Hausner más parece fruto de la mal llamada ‘inteligencia artificial’ que de un ser humano. Carlos F. Heredero