Jara Yáñez.
Circularidad Pedagógica
La concepción de la escuela parte de una obligada actualización de las necesidades formativas que tienen que ver, en primer lugar, con los cambios en los modos de hacer y ver cine actuales pero también, imagino, con la necesidad de buscar un espacio diferencial con respecto al resto de escuelas de cine españolas. ¿Cómo se plantean estas cuestiones en el inicio?
En el origen de EQZE hay un lugar, un asentamiento, una casa: Tabakalera, la antigua fábrica de tabacos de Donostia, creada en 1913 y reconvertida en 2015 en Centro Internacional de Cultura Contemporánea. La identidad conceptual y pedagógica de EQZE surge precisamente de habitar ese lugar. Bajo el mismo tejado de Tabakalera se cobijan desde hace tres años, entre otras instituciones y además del proyecto cultural mencionado, la Filmoteca Vasca y el Festival de San Sebastián. Estos tres agentes cinematográficos, vinculados al cine desde ámbitos y tiempos tan distintos, definen la escuela como centro de pensamiento, práctica experimental, innovación pedagógica y materialización de proyectos. EQZE está ubicada en la planta baja del edificio y desde ese lugar se expande por el resto del edificio: por la Biblioteca especializada en creación, por las distintas salas de cine, por las galerías de exhibición, por las naves de conservación de Filmoteca, por los espacios de decisión del Zinemaldia… La ‘casa Tabakalera’ es un muestrario vivo de las formas contemporáneas de recepción-percepción-resistencia del cine: como archivo, como galería, como sala oscura, como festival…
Para unificar todo han ideado una imagen circular muy interesante en la que se habla de tres tiempos (presente, pasado y futuro). ¿Cómo surge esta idea? ¿Qué se busca con ella? ¿En qué se traduce en la práctica?
Habitar la misma casa implica un tránsito constante entre los distintos agentes que ocupamos el edificio y marca también una metodología de trabajo propia del lugar: para EQZE es esencial, por ejemplo, el movimiento circular de aprendizaje y desaprendizaje, que lleva de la práctica amateur al oficio y regresa de nuevo a lo amateur, que va y vuelve del pensar al hacer y del hacer al pensar. Esta circularidad impregna todo el proyecto. La escuela no se estructura a partir de un plan lineal que pasa por etapas preconcebidas y conduce a un final ya establecido, como una línea de ensamblaje de piezas, sino que está planteada como un viaje de transformación, como una propuesta vivencial, con caminos y encrucijadas posibles que se concretan a partir de las elecciones libres y personales de cada alumno o alumna y del compromiso (exigencia, diría) para todos, comenzando por el profesorado, de buscar y hacer, de investigar y materializar, de pensar, hacer y volver a pensar. Conectar el pensamiento crítico, la vivencia apasionada del cine y la práctica es, para nosotros, algo esencial. No se trata de aprender a hacer películas, sino de algo más radical y comprometido que pasa por la experiencia del hacer cine: pensar, tocar, guardar, preservar, restaurar, imaginar, oler, programar, proyectar, recordar y hacer ver.
Esta circularidad pedagógica que, insisto, impone el propio edificio, tiene su correlación en la estructura modular del curso, incluso en el calendario académico, que comienza el primer día del festival de cine y concluye, 56 semanas después, con el último día del festival del año siguiente. El festival se incorpora así como materia docente y marca el movimiento rotatorio más amplio.
En algunos de vuestros documentos de presentación se habla de la escuela Ipotesis cinema de Ermanno Olmi y Paolo Valmarana y del libro La hipótesis del cine de Bergala como referencias. ¿De qué manera han sido estos dos modelos influencia para el proyecto? ¿Y qué otras escuelas o metodologías (tanto del pasado como del presente) son o han sido referencia para ustedes?
Nos interesa mucho más la pedagogía cinematográfica que ha nacido de los cineastas que la que ha emanado de las instituciones académicas. Mencionas a Ermanno Olmi, Paolo Valmarana y Alain Bergala, cuyos planes tienen destinatarios muy distintos, pero habría que incluir también a cineastas-pedagogos como, por ejemplo, Alain Fleishcher y Manuel Antín, y a maestros como Nicholas Ray, Raúl Ruiz, Robert Bresson, Víctor Erice, Paulino Viota y otros que se han comprometido con la transmisión no tanto del saber como de la experiencia apasionada del cine. Cuando Eisenstein u Olmi, por poner dos ejemplos, abordaron la elaboración de planes pedagógicos lo hicieron siempre como si estos fueran una parte inseparable y contigua a su proyecto cinematográfico, no como una desviación secundaria o descomprometida ajena a su carrera como cineastas. Esa es la gran diferencia y el verdadero reto: imaginar una escuela como parte de un proyecto cinematográfico o estético. No simplemente como un plan formativo. Por ese camino, las primeras referencias de EQZE son, salvando las distancias, la Bauhaus y, en un ámbito más cercano, el proyecto de educación estética de Jorge Oteiza. Porque no hay proyecto estético y menos docente sin intención comprometida y radical de transformación social. “El imperativo utópico” escribió Alain Fleischer para referirse al origen de Fresnoy-Studio.
La escuela parte de una idea de unidad e integración para definir después tres líneas esenciales de actuación: formación, divulgación e investigación. Para la primera han definido tres programas de posgrado: archivo, comisariado y creación. ¿Cómo se define cada uno de ellos?
Esta no es una escuela de oficios (ya las hay muy buenas), sino de cineastas, en un sentido amplio y transversal del término, cineastas que puedan confrontarse con el cine del pasado (como investigadores, restauradores y preservadores), con el cine del presente (como curadores y programadores) y con el cine del futuro (como creadores). De ahí se derivan los tres postrados en Archivo, Comisariado y Creación, vinculados respectivamente con Filmoteca Vasca, Festival de Cine y Tabakalera. Este triángulo es exploratorio y siempre dinámico, como una verdadera máquina del tiempo o de los tiempos del cine: porque lo creativo puede estar desde luego en la interrelación con el archivo o en la puesta en diálogo del cine del presente, no sólo en el cine que está por hacer.
En todo caso, hay un aspecto relacionado no tanto con lo experimental como con lo experiencial que me gustaría comentar. Aunque cada alumno o alumna se matricula en una de las tres especialidades, lo que EQZE construye, gracias también al ecosistema de Tabakalera, es un campo de exploración, un verdadero territorio atravesado por rutas y asentamientos, con asignaturas y prácticas, desde luego, pero también con decenas de proyecciones y actividades públicas abiertas a la ciudad, encuentros con los artistas residentes, con invitados externos y con los profesionales y los programas de la casa. Procuramos, además, que las sesiones académicas no se solapen entre sí para que el alumnado tenga la opción de incorporarse a asignaturas y actividades de otras especialidades. Se crean así las condiciones para que cada uno o una pueda trazar un recorrido personal, en buena parte irrepetible y completamente distinto al de sus compañeros o compañeras. Porque, si todos los alumnos son distintos, ¿por qué hacer un proyecto pedagógico igual y monolítico para todos?
Se hace mucho hincapié en la idea de la experimentación y la innovación de la escuela como laboratorio en permanente evolución también referida a ella misma.
Cualquier escuela de cine debería asentarse, creo yo, sobre la duda razonable de si verdaderamente el cine se puede enseñar. Esta duda no anula la necesidad de las escuelas, pero sí obliga a una cierta pedagogía “en construcción permanente”, experimental, investigadora, que debería comprometer al alumnado, a los y a las cineastas-docentes y, sobre todo, a la misma escuela, siempre en cuestionamiento y redefinición de su propio propósito. La duda es fundamental precisamente para diferenciar la enseñanza de lo que es el aprendizaje. Raúl Ruiz reconocía que en esta relación entre maestro-discípulo el aprendizaje sucedía siempre de manera íntima, “a solas”. Por eso, junto (o frente) a la noción habitual de la escuela como lugar para la transmisión del saber, nos parece igualmente necesario reivindicar las bondades del “no saber”, es decir, de la exploración, la investigación, la formulación de preguntas. Sólo la práctica experimental (que sobrepasa ampliamente el concepto mismo del llamado cine experimental y se expande a todo el cine) es el lugar del encuentro íntimo con el aprendizaje.
Con respecto al profesorado, ¿cuáles son los perfiles que buscan? ¿De dónde proviene la mayor parte de ellos? ¿La idea es que sea fijo o que vaya cambiando?
La idea es que la escuela sea un lugar de encuentro para los mejores cineastas, de tal manera que vean también aquí una oportunidad para explorar nuevos caminos en su carrera. En el caso de Creación este compromiso de búsqueda junto con el alumnado es esencial. En los departamentos de Archivo y Comisariado, el enfoque es algo distinto: desde EQZE nos gustaría unificar y dar cuerpo académico a la enorme experiencia que acumulan algunos profesionales de filmotecas, restauradores e investigadores fílmicos, programadores, etc. Es triste que todo ese conocimiento derivado de la práctica se malogre.
Uno de los elementos esenciales de la propuesta es la colaboración con tres instituciones con las que además la escuela comparte espacio: Tabakalera, Filmoteca Vasca y Festival de San Sebastián. ¿El proyecto surge desde el principio en asociación con estos tres centros? ¿Cómo se produce la fusión? ¿Qué líneas se pretenden desarrollar a través de ellos? Esto da a la escuela además un enfoque profesional y la posibilidad de trabajar en la práctica desde el inicio, ¿no es así?
La Filmoteca, el Festival y Tabakalera son la escuela, sin ellas EQZE no tendría sentido. Desde el punto de vista práctico, sus programaciones respectivas forman parte del plan docente, comparten sus instalaciones y equipos y acogen al alumnado como espacio de prácticas y tránsito al mundo profesional… Al estar en el mismo edificio, todo esto sucede con la naturalidad de subir y bajar unos tramos de escalera. Apenas hay distinción entre el aula y “la fábrica”. Es un enriquecimiento que se produce en ambos sentidos, porque la escuela acaba conformándose también como un espacio de autoreflexión y pensamiento para estas instituciones. Pondré un ejemplo que, entiendo, explica esta relación dual: en la especialidad de Comisariado, el Festival de San Sebastián se convierte en asignatura, es decir, en material de estudio e investigación, a través de la cual sus profesionales van compartiendo semana a semana la construcción de un evento de esta naturaleza, desde todos los puntos de vista. El ejercicio de transmitir un saber se convierte, de esta manera, en una oportunidad para la reflexión y el pensamiento sostenida en el tiempo.
Se acaba de abrir el plazo de inscripción y la escuela admite solo quince alumnos por cada programa de postgrado. ¿Cuál es el alumno ‘objetivo’ que se busca? ¿Han previsto algún tipo de prueba de selección? ¿Cuáles son los requisitos que considerarán más importantes?
En principio, la escuela está destinada a titulados universitarios y egresados de escuelas de cine o de artes, pero está abierta también a quien posea una cierta experiencia en el cine o en los ámbitos de las tres especialidades. EQZE es una escuela de proyectos, de ahí que el principal criterio de selección sea la propuesta y defensa de obra personal que quiera materializar el candidato o candidata durante su estancia.
Entrevista realizada via e-mail entre el 10 y el 15 de enero de 2018
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Imagen gráfica y técnico de grabación: Jaime Garzía
Producción de podcast: Iván Patxi Gómez Gallego
https://www.ivanpatxi.es
