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En 20.000 días sobre la tierra (2014), Iain Forsyth y Jane Pollard agujereaban las costuras del rockumentary para ver qué había entre los pliegues de la opaca personalidad de Nick Cave. Aquel título poseía la infrecuente virtud de escudriñar los mecanismos que articulan el proceso creativo del cantante australiano manteniendo vivo el misterio que debe envolver a cualquier mito que se precie de serlo. Encargar un traje a medida contiene una doble implicación, la de contar con la suficiente solvencia económica como para marcar el número de un sastre, pero también la de poseer ese toque narcisista que asume que el modelo más caro expuesto en unos grandes almacenes no le hará justicia a tu porte.

Para agenciarse una indumentaria que encaje con su personalidad, Francisco Contreras ‘El Niño de Elche’ ha contado con los servicios de dos artesanos del pespunte como el artista multidisciplinar Marc Sempere y la productora Leire Apellaniz, que en esta ocasión también asume tareas de dirección. Al igual que sucedía en la película de Forsyth y Pollard, aquí las entrevistas a familiares, amigos y colaboradores, el material de archivo, la descripción de ambientes y la particular manera de encarar el arte que tiene el creador ilicitano, se combinan para romper con la ortodoxia del documental rock y buscar una aproximación distinta a una figura difícilmente clasificable. Sin embargo, esta sucesión de pinceladas impresionistas apenas permite bosquejar un tenue perfil del autor de Antología del cante flamenco heterodoxo, de modo que ni las reflexiones sobre su tensa relación con el cante pasan del apunte somero, ni la explicación de sus métodos expresivos o de su filosofía vital trasciende la ocurrencia excéntrica (valga como ejemplo, la secuencia en la que Contreras monologa mientras ordena su biblioteca). Tras sus poco más de noventa minutos uno asume que la incontinencia creativa del biografiado es imposible de acotar y que la mitología que lo envuelve permanece intacta; el problema está en que todo queda en infructuosa tentativa, en (auto)retrato al carboncillo (en realidad, las revelaciones siempre llegan de la mano de sus padres, con la secuencia en la que el hijo le canta a su madre como momento cumbre del filme por sentimiento y por ejecución).