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La reinterpretación del mito griego de medusa como metáfora de la castración se transforma aquí en rape and revenge en in media res localizado en un Túnez nocturno de atmósfera neonoir de blanco y negro contrastado y un brillante uso de la distancia focal y el fuera de campo, dividido en nueve segmentos y que entronca con trabajos recientes como Una chica vuelve a casa sola de noche de Ana Lily Amirpour y Promising Young Woman de Emerald Fenell. Si en la obra de Amirpour, la pesadilla masculina tomaba las formas de una vampiresa, aquí se disfraza de femme fatale. Una femme fatale lacónica y seductora como la atmósfera de la cinta, lánguida y embriagadora, de un realismo onírico que surge a partir de una puesta en escena mutante y fantasmagórica, tan ambigua como las interioridades de su protagonista femenina.

Al igual que otro título de la sección, Murena, la representación de lo fálico y la sexualidad, sitúa la mirada de la cinta y de su protagonista entre los extremos que van desde la fascinación al deseo y la repulsión hacia lo masculino, a partir de una serie de recursos estilísticos y formales que van desde el freeze frame y el slow motion, que aportan a la cinta de una cualidad entre lo sensual y lo magnético, a las bruscas elipsis a golpe de montaje en seco que dejan en fuera de campo los estallidos de violencia. Una violencia dirigida a unas figuras masculinas objetificadas, donde se invierten conscientemente los roles de género y donde el abusador se convierte en víctima y viceversa, convirtiendo el falocentrismo en principio y fin de los acontecimientos que desembocan en los atroces y a la vez formalmente contenidos sucesos que acontecen a lo largo de su metraje, destacando especialmente el brillante ejercicio en plano secuencia de los acosadores verbales, narrada desde el interior de un todoterreno y la consiguiente huida a casa, etérea, bella e hipnótica, que condensa en su interior todos los valores del filme.