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Carlos F. Heredero.

Parece imposible evitarlo, y además no sirve de nada practicar la política del avestruz. Afrontar los desafíos que sacuden hoy en el mundo entero a la crítica cinematográfica es no sólo una necesidad y una responsabilidad, sino también una obligación. Esos retos nos interpelan a todos: a la crítica que se practica en los medios generalistas, a la que se ejerce en los magacines divulgativos, a la que opera desde las revistas especializadas y a la que surge desde Internet (revistas web, blogs, etc). A todos nos conciernen y nos salpican las nuevas encrucijadas que se dibujan en el horizonte y todos (los lectores y los creadores en primer lugar, pero también los profesionales, los propios medios de comunicación e incluso la industria) nos están demandando con urgencia nuevas respuestas.

La tormenta viene de lejos y no es precisamente de ayer. Las mutaciones profundas que viven todos los medios de comunicación en la era del ágora global afectan también al ejercicio de la crítica, al lugar que ocupa en un momento de vertiginosas transformaciones, a su interlocución con los lectores y a su relación con el ámbito de la creación. Hace ya mucho que la institución crítica se enfrenta a nuevos problemas que exigen nuevas soluciones, pero más recientemente una serie de acontecimientos –en verdad heterogéneos, dispersos, surgidos en escenarios muy alejados entre sí y con magnitudes reales muy diferentes– han vuelto a poner de relieve, a modo de síntomas, la realidad y la urgencia de la situación.

En Estados Unidos, la muerte de Manny Farber nos obliga a releer un modo de entender la crítica que apenas encuentra equivalencias. En Francia, el debate sobre los futuros caminos de Cahiers du cinéma centra numerosas energías intelectuales y no pocos intereses económicos. En Inglaterra, el último número de Sight & Sound se pregunta en portada “¿Quién necesita a los críticos?” y propone un amplio dossier de reflexión sobre la presente coyuntura. En España, la carta de un grupo de cineastas, de críticos y de profesionales que reaccionan contra una determinada manera de ejercer la crítica en un diario de referencia (El País) ha generado una acalorada discusión en algunos foros de Internet. En Portugal, el European Film Festival de Estoril ha convocado para el próximo noviembre, bajo la dirección de Jean-Michel Frodon, un encuentro de la crítica de todo el mundo para debatir el “estado de las cosas”.

En medio de este paisaje, sería deseable no confundir lo anecdótico con la categoría y no desenfocar la compleja naturaleza de la cuestión. El debate es de fondo, va para largo y desborda, con mucho, toda casuística individual o personalizada. Entre otras cosas, porque los temblores que afectan hoy a la crítica de cine no son más que la réplica de un seísmo mayor: el que viven los medios de comunicación, la industria del cine y la creación fílmica en todas sus dimensiones. Precisamente por esto, convendría no ensimismarnos, abrir el horizonte, contemplar con perspectiva el conjunto de retos que tenemos por delante y predicar con el ejemplo. Por eso abrimos en nuestras páginas, a partir de este mismo número, un foro para el debate que se suma a la reflexión global que ya está en marcha por doquier. Caminando se hace camino…