Print Friendly, PDF & Email

“No tengo una respuesta que dar a mi generación”

José Luis Álvarez Cedena

 Estamos habituados a ver una representación de la juventud europea muy urbana, pero en su película retrata a los jóvenes en un entorno rural. ¿Por qué esta decisión?
En primer lugar porque es de donde yo procedo. Pero además, recuerdo haber leído una entrevista con David Lean sobre Lawrence de Arabia en la que le preguntaban porqué decidió rodar en un sitio tan complicado como el desierto, con tantos extras, temperaturas extremas, etcétera. Y él respondió “porque queda limpio”. Lo que yo entiendo en esa respuesta es que cuando filmas el rostro de un chico o una chica en el campo es más poderoso porque el contraste entre el ser humano y la naturaleza es más importante que entre los humanos y sus propias creaciones.

De hecho, el paisaje, la naturaleza, es esencial en la película…
Así es, actúa como una extensión de los personajes. La historia está construida en tres bloques. El primero es el mundo de Arnaud, el segundo es el mundo de Madelaine y el tercero es el mundo que los dos construyen juntos.
Es el caso de Madelaine, por ejemplo. Ella cree en el fin del mundo y cuando compartes tiempo con ella comienzan a ocurrir cosas extrañas. Si vas en motocicleta, comienza a llover; si viajas en tren, hay una gran tormenta de fuego; y si estás en el bosque, todo comienza a arder. Es una especie de diálogo entre la Naturaleza y el personaje.

Aunque no es el tema central de la película, en ella se pueden apreciar los problemas que los jóvenes europeos tienen en estos momentos. El principal de ellos la sensación de falta de futuro. ¿Cómo ve las posibilidades de los jóvenes de su generación en un contexto de crisis como el que vivimos?
No tengo una respuesta que dar a mi generación. Lo único que puedo decir es que hay que creer en los otros. Lo peor que se puede hacer es permanecer aislado y eso se expresa en la película. Madelaine cree que el mundo va a acabar y trata de prepararse para ello de una forma muy individualista, y eso es un suicidio. Necesitamos creer en la solidaridad y en la humanidad.

Hablemos del rol del ejército en la película. ¿No resulta extraño que los personajes busquen la libertad y que utilicen para ello un campamento militar?
En realidad Madelaine lo que está buscando son técnicas de supervivencia que la ayuden cuando llegue el fin del mundo. Yo mismo estuve en uno de estos campamentos para preparar la película y quedé muy sorprendido. Esperaba encontrar gente interesada en un buen trabajo y lo que vi fueron jóvenes que buscaban algo más profundo. Era muy raro. Personas que pretendían dar un sentido a su vida en un lugar en el que pueden perderla. Por eso decidí rodar toda esta parte como si fuera un gran teatro que representa este malentendido entre la institución militar y los jóvenes.

La escena en el pueblo hacia el final de la película tiene una fuerte carga onírica, ¿buscaba ese efecto?
Sí, porque quería expresar ese momento en el que las creencias de la protagonista se convierten en realidad. De hecho cuando empiezan a caer sobre ellos cenizas y aparece esa la nube de humo, Madelaine sonríe como diciendo “tenía razón. Está sucediendo”. Toda esta secuencia es para mí un viaje de la realidad a la ficción: empieza como una película de desastres y después entramos en el punto de vista del personaje, desaparece el escenario, sólo vemos dos luces y una especie de aparición extraterrestre. Me resultó muy interesante escribir y rodar toda esta parte.

El humor está muy presente en la película. Se trata de un humor muy físico, muy exigente con los intérpretes. ¿Cómo planteó el trabajo con los protagonistas?
Fue muy sencillo, porque desde la misma escritura los personajes estaban pensados para una actuación muy física, así que elegí a Kévin y Adèle pensando en ello y la forma de trabajar de ambos es muy física. Jamás tuvimos algo parecido a una discusión sobre las motivaciones psicológicas de los personajes, simplemente dejábamos que las cosas pasaran delante de la cámara. Esa es una de las razones por las que me gusta tanto rodar animales, porque no puedes estar pensando en su psicología, tienes que aceptar el riesgo e intentar expresar emociones verdaderas.
Toda la película gira en torno a esa fisicidad. Por eso elegí este título, Les Combattants, porque los personajes están siempre en movimiento, haciendo cosas, inventando cosas, construyendo, pescando, cazando, equivocándose… y volviendo a empezar.

les-combattants3

El peso de la película recae sobre la pareja protagonista. ¿Permite que los actores incorporen cosas, improvisen, o deben ceñirse a lo que está escrito en el guion?
La improvisación y sus aportes se hicieron antes del rodaje. Trabajé con ellos por separado, permitiendo que se empaparan de sus personajes, que los conocieran, y fue muy útil para mí. Robé muchas cosas de lo que ambos aportaron durante estos ensayos, como la forma de moverse o las palabras que utilizaban para incorporarlo al guion y hacerlo más realista, más cercano a ellos. Es difícil responder entonces si eran libres para improvisar o no, yo les decía que la película sería una gran ficción si se convertía en un documental sobre ellos dos.

Existe un fuerte contraste entre el entorno natural, los paisajes, y la música electrónica que suena en la película. ¿Por qué eligió esta música?
De hecho, todos los elementos de la película provienen de los personajes, son extensiones de ellos mismos… excepto la música. No me gusta que la música en las películas pretenda puntuar las emociones de los personajes, que hagan los sentimientos más obvios. Para mí la música es un placer, marca un ritmo en la narración y con ella expreso mi punto de vista.

Cuando la película se exhibió en Cannes, muchos críticos norteamericanos afirmaron que debería hacerse un remake de la misma en Estados Unidos. ¿Se imagina una oferta así?
Sería el primero en comprar una entrada para ver esa película. Ojalá sea con Justin Bieber y Rihanna como protagonistas.

Entrevista realizada durante el 52FICX