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Marta Sánchez.

“Quien tiene el conocimiento del círculo y la línea, es un arquitecto”.

Esta frase, repetida a lo largo de The Unknown Craftsman en varias ocasiones como si de un mantra se tratase, resume una de las ideas centrales que el director indio Amit Dutta recoge en su último film: una reflexión espiritual, profundamente religiosa, sobre el oficio de arquitecto, representado como “escultor de la naturaleza”. Tomando como base del relato el viaje de un anónimo arquitecto en las laderas del Himalaya durante el siglo VIII, el hilo conductor del mismo es la búsqueda: al igual que la quête en la narrativa artúrica, si bien en este caso no de una aventura desconocida en esa búsqueda de uno mismo, sino en la de lo absoluto a través del lugar idóneo donde levantar un templo. The Unknown Craftsman, en su resultado final, parece parafrasear la intuición de Tagore cuando, en unos de sus textos más célebres, afirmó que el propósito del arte indio era “hacer palpable lo divino y lo trascendental”, resaltando a lo largo de todo el film el aspecto místico tanto en esa busca de un emplazamiento adecuado como, una vez hallado, en la labor posterior del arquitecto protagonista.

Así, durante la primera mitad del metraje, el espectador acompaña al desconocido artesano durante su trayecto a pie en plena naturaleza, acosado por la incertidumbre de estar siguiendo la dirección correcta, la que le dirija finalmente al lugar apropiado, en una puesta en escena que combina lo divino y lo humano, lo espiritual y lo terrenal, el sueño y la realidad. El itinerario del arquitecto aparecerá jalonado de misteriosas apariciones que guiarán su viaje hacia esa ubicación imprecisa, y de pequeñas señales (incluido el sonido emitido por una invisible flauta) que le avisarán de la falta de adecuación de los sitios que halla a su paso: así, unas piñas transmutadas en joyas en mitad de un sendero simbolizan la idea de que ese camino se halla lleno de tentaciones, de distracciones, obligando al artesano a darse la vuelta. En una imaginaria partida de un juego de mesa, el protagonista es detenido en su último movimiento de las piezas del tablero, en el instante antes de ganar, en lo que acabará siendo una anticipación del final del film, contenida en la reflexión “un momento de perfección, expresado en esta forma incompleta, como nuestro tributo a la evanescencia humana”. En la segunda mitad, una vez localizado el lugar exacto donde decidirá erigir el templo, la narración gira en torno a los principios estéticos y procedimentales del arte indio, a través del recitativo dirigido al espectador sobre las mejores calidades de piedra para esculpir (según la uniformidad del color de la misma) o los nombres que reciben los diferentes utensilios de hierro para realizar esa labor, siempre subrayando la importancia de seguir dichas prescripciones para obtener como resultado una talla armoniosa, imagen perfecta y no deformada de la divinidad que se pretende representar. Primeros planos que muestran la rugosidad de la superficie de los grandes bloques de piedra se entremezclan con la imagen repetida de la sombra del escultor con el cincel en la mano proyectada sobre la arenisca, como materia ideal para la construcción de los templos labrados con bajorrelieves de las divinidades hindúes. Los sonidos acompasados del martilleo aparecen interrumpidos bruscamente por el sonido de la naturaleza, a través del rumor del viento o de los truenos de una tormenta, como expresión del relato cosmogónico, de forma que todo lo que se halla en el macrocosmos quede reflejado en el microcosmos de la creación artística.

Mediante imágenes de una gran belleza plástica y cargadas de fuerza poética, como si de instantáneas captadas por el fotógrafo Steve McCurry se tratase, a través de su uso de la luz y del color, asistimos en el tramo final del film al momento en el que el artesano, en mitad de su empresa, decide abandonar su trabajo. Al igual que en el relato breve de Balzac La obra maestra desconocida, el artista decide dejar emborronada su obra a los ojos de los observadores una vez alcanzada la perfección artística.