Golpe de historia
Pablo Castellano García.
Mirar hacia el pasado sobrevolando el tiempo a través de ensayos historiográficos suele dejar un regusto amargo. Podemos llegar a intuir qué es lo que sucedió en determinado acontecimiento del pasado, e incluso llegar a conocer de primera mano los movimientos internos de un período determinado gracias a documentos escritos. Esta es la manera natural y más común de investigar la Historia, de acercarnos a la sucesión cronológica de los hechos de la humanidad. Pero el cine es una herramienta eficaz en estos ámbitos de la memoria, dando un paso de gigante frente a los métodos exploratorios del ayer gracias al registro de la realidad en bruto de un momento concreto para que pueda ser revelada a la sociedad venidera y, por ende, esta perciba lo ‘ya vivido’. Todo ello mediatizado, eso sí, por la mirada de aquel que decide captar cierta parcela de la materia o del acontecimiento y no otra.
De este instrumento que aprisiona imágenes en su interior (y no solamente palabras) se sirve el director Sergei Loznitsa para descubrirnos en su última película, The Event (Países Bajos, 2015), un suceso que marcó el destino no solo de la Rusia actual, sino del mundo tal cual lo entendemos ahora. Mediante la recopilación de imágenes de archivo, el bielorruso construye un documental que nos expone lo sucedido en la antigua URSS tras el intento de golpe de estado acaecido entre el 19 y el 23 de agosto de 1991 por el ala más conservadora del gobierno al advertir que las medidas del presidente Gorbachov estaban desembocando en la disolución de la Unión Soviética.
Las imágenes están sometidas a un montaje llevado a cabo con pulso y sin sobresaltos que pretende esclarecer y evidenciar más que hacer del hecho algo épico. Por un lado, esta renuncia a toda glorificación se aprecia especialmente en la ausencia de música extradiegética que llame la atención de ciertos momentos para ensalzarlos por encima de otros. Es más, la única música (instantes del Lago de los cisnes) añadida por el director a la banda sonora de la cinta se corresponde con los fundidos a negro, es decir, a esos momentos en los que ya no hay figura que resaltar. Por otro lado, esta falta de solemnidad se hace evidente en la selección de imágenes donde lo que se aprecia de primera mano es la reacción del rostro humano y la respuesta física ante los acontecimientos más que la circunstancia de manera abstracta. Y es esta fijeza en el rostro más que en el discurso la que convierte el film en un documento puro más que en una mera manipulación del pasado. Así, el espectador asistirá de primera mano a este ‘evento’ histórico, haciendo suya la mirada de la cámara que en un pasado registró unos acontecimientos imprescindibles para comprender nuestro presente.
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