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Descansar la mirada
Rubén de la Prida Caballero.

Desde sus más tiernos comienzos, el cine ha querido mostrarlo todo: nos ha introducido en los palacios y en las fábricas, en las profundidades del abismo y en los universos paralelos. De modo muy particular, el séptimo arte ha tratado de enseñar aquello que normalmente queda oculto a la vista del espectador corriente. En el mundo en que vivimos, rápido, vertiginoso (da la impresión de que también el cine se ha vuelto así) es cuanto menos un empeño loable que un film quiera dirigir nuestra mirada hacia algo que hemos perdido tan de vista como la naturaleza en su estado más puro.

A través de unas bellísimas imágenes en blanco y negro, en general con poca profundidad de campo y con planos de larga duración, concentrando así toda nuestra atención en los detalles más pequeños, el belga Thierry Knauff ofrece en Vita Brevis (Bélgica, 2014) su particular paseo por el campo, en las márgenes de un lago, y nos enseña a apreciar el espectáculo de la naturaleza y de la vida. Knauff acierta al no ofrecer más banda sonora que las melodías propias del bosque. Ni una palabra. Solo el ruido de una fumigadora nos molestará en una ocasión, amenazante (como aquella de Con la muerte en los talones), para desaparecer acto seguido, devolviendo la soledad sonora a la observadora y menuda protagonista.

El poema visual de Knauff, con su marcado ritmo y su falta de artificio, con su relato del ciclo vital (nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte) de esos feísimos insectos que acaban por volverse simpáticos, no engaña, da lo que promete ya desde el título: una reflexión hermosa, nada trágica, sobre la fugacidad de la existencia (y sobre sus peligros y obstáculos). A través de sus imágenes, el belga nos muestra algo que se ha vuelto más invisible aún a nuestros ojos posmodernos que la propia naturaleza: el tiempo, el absoluto y el relativo. Y de paso, nos enseña a volver a tenerlo, nos recuerda lo que es el sosiego. Una película para descansar la mirada.