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The Kiev Trial (Sergei Loznitsa). SEFF 2022 – Nuevas Olas No Ficción
En enero de 1946 tuvo lugar en Kiev un juicio en el que quince nazis fueron condenados por las atrocidades (catalogadas como crímenes de lesa humanidad meses después en Nuremberg) cometidas el 29 y 30 de septiembre de 1941 en el barranco de Babi Yar en las afueras de de la capital ucraniana. The Kiev Trial, de Sergei Loznitsa, funciona como una especie de continuación de su anterior trabajo, presentado hace un año en la 18ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla, Babi Yar. Context: una obra que finalizaba precisamente con las declaraciones del juicio de Kiev. En esta nueva pieza, Loznitsa vuelve a recurrir al material de archivo para presentar momentos clave del juicio, mostrando los testimonios de las víctimas y las declaraciones de los acusados, dando al espectador una idea de lo que habría sido estar ahí presenciándolo. Porque como espectadores nos vemos completamente inmersos en la dinámica del juicio. Se trata de una potencia lograda gracias a las imágenes inéditas que utiliza el director, pero también por otros aspectos formales como el montaje, que permite una reconstrucción del juicio lo más cercana posible a la realidad, o la ausencia de música y de textos, que permite una presentación de los hechos de la manera más sobria posible.
Lo más impactante de The Kiev Trial reside en la importancia que Lotznitsa le otorga al nombrar. Cada uno de los nazis procesados en el juicio es presentado con cargo y nombre completo, señalando a las personas concretas que perpetuaron actos tan atroces y mostrando así las caras particulares detrás del fantasma informe de la guerra. Y esto constituye un acto político en sí mismo: el acto de nombrar para recordar. Algo tan relevante en el contexto actual del mundo, pero, especialmente y, sobre todo, de la propia Ucrania. De ese modo, Loznitsa vuelve aquí a hablar del pasado trayéndolo a luz del presente, demostrando una vez más que la reflexión sobre la guerra es inacabable e inabarcable. Y que lo único que nos queda es mantener viva la memoria a través de las imágenes.
Entrevista Sergei Loznitsa (versión ampliada de Caimán CdC nº 162)
En Babi Yar. Context asistimos a la reconstrucción de los hechos que rodearon el fusilamiento de 33.771 judíos en el barranco que da nombre al film, ocurridos durante los días 29 y 30 de septiembre de 1941. En tanto espectador, sorprende que, setenta años después, aparezca tal cantidad de material de archivo inédito. ¿De dónde procede?
Parte del material que utilizamos procede del archivo de Krasnogorsk, otro lo obtuvimos buscando en el Bundesarchiv (Archivo Federal de Alemania) y también en el archivo cinematográfico ucraniano cuya sede está en Kiev. También hay una parte de archivos particulares procedentes de Alemania. Partíamos de una búsqueda inicial consistente en la obtención de materiales rodados entre verano y otoño de 1941, y ya sabíamos que no contaríamos con mucho material del bando soviético porque en aquel momento el ejército rojo estaba cediendo terreno y no se paraba a grabar. Sin embargo, había muchísimo material alemán puesto que prácticamente todas las divisiones del ejército nazi contaban con su propio operador de cámara que iba registrando todo lo que hacían para, después, conservarlo como archivo propio. Además, algunos soldados y oficiales de la Wehrmacht tenían sus propias cámaras y grababan para ellos mismos. En la parte soviética ningún miembro del ejercito tenía siquiera derecho a utilizar una cámara fotográfica, así que todo el material con el que contamos forma parte de grabaciones oficiales. Es cierto que existen muchas grabaciones muy interesantes de la parte soviética, pero corresponden a periodos posteriores, justo cuando el ejército rojo empezó a contraatacar. Lo que más me sorprendió del material es que en las películas actuales no tenemos nada similar ni en tanta cantidad.
Una de las principales decisiones que asume es la de prescindir de una voz en off que relate los hechos, ¿por qué?
La voz en off en el cine protege al espectador de lo que está sucediendo en la pantalla, es una voz que sabe lo que ha sucedido y nos lo cuenta. De hecho, las películas con voz en off y sin voz en off podrían compararse al catolicismo y al protestantismo, o aún mejor, al nuevo testamento y al antiguo. La voz en off representa la figura de un dios omnipresente que nos dice cómo hay que entender lo que aparece en pantalla y lo que yo quiero es justo lo contrario, que el espectador asuma la responsabilidad de entender por sí mismo, sin mediación alguna. Intento crear una máquina del tiempo para el público, que pueda trasladarse al pasado y sentir lo que estaba sucediendo. Creo que la imagen que el público percibe y las emociones que suscita son lo más importante.
¿Cómo una masacre de tal magnitud ha permanecido semioculta durante tanto tiempo?
Durante los años en los que se prolongó el régimen soviético se trató de esconder todo lo sucedido en Babi Yar o, en cualquier caso, se intentó reescribir ese episodio de la historia en función de los intereses del gobierno. De hecho, se llegó a modificar el relieve del emplazamiento en el que aquello ocurrió. Primero lo allanaron y lo convirtieron en un vertedero, después se construyó un parque y se levantaron bloques de pisos. Hay que recordar que, hasta mediados de los sesenta, las fuerzas de seguridad del estado echaban a la gente que se acercaba al lugar en los días del aniversario del fusilamiento para honrar a sus muertos. Después, las autoridades soviéticas levantaron un monumento en honor a la población soviética que murió durante la Segunda Guerra Mundial, monumento en el que no había mención alguna a los judíos. Tras la caída de la Unión Soviética los historiadores pudieron empezar a hablar de lo sucedido y a investigar sobre aquellos hechos. Aquí surgió otro dilema, porque esta tragedia estaba directamente relacionada con el colaboracionismo y con la actitud con respecto a los judíos de una parte de la población ucraniana. Se trata de un asunto doloroso y todavía hoy trata de esquivarse, se evita hablar de él. Tengamos en cuenta que las investigaciones sobre el colaboracionismo han sido llevadas a cabo por historiadores estadounidenses, canadienses, israelíes o de la Europa del Oeste, pero no por parte de historiadores ucranianos.
¿Eso le ha traído problemas?
El país del que recibí una mayor cantidad de críticas a propósito de esta película no fue otro que Ucrania. En Babi Yar. Context se menciona la participación de la Policía Auxiliar Ucraniana en estas ejecuciones, algo que no sentó demasiado bien y que fue motivo de numerosas críticas, por más que existan documentos públicos que prueban estos hechos. A mí me sorprende muchísimo la cantidad de comentarios que he recibido en los que se trata continuamente de proteger la reputación de este tipo de organizaciones criminales. Entiendo que haya personas que defiendan esto, pero, simplemente, no puedo aceptarlo. Y que conste que esto es algo que no solo sucede en Ucrania, sino en todas partes, todos queremos guardar nuestros esqueletos en el armario. Además, muchas de estas cuestiones tienen una conexión directa con lo sucedido en la segunda guerra mundial y algunas de ellas todavía no han sido descubiertas.
¿Puede explicarnos cómo era posible que el ejército alemán fuera jaleado por la población ucraniana a su entrada a las ciudades?
En la película se comparan dos ciudades, Lvov y Kiev. A mí también me pareció sorprendente que los habitantes de una y otra ciudad reaccionaran de manera diferente a la llegada de los ocupantes, pero ese fenómeno tiene una explicación. La región de Galitzia* estuvo durante mucho tiempo bajo el dominio del impero austrohúngaro porque Polonia, a finales del siglo XVIII estaba dividida en tres zonas, una correspondía a Prusia, otra al imperio austrohúngaro y una tercera al imperio ruso. La parte a la que hago referencia de la que Lvov es la capital y que actualmente pertenece a Ucrania, en aquel tiempo estaba integrada en el imperio austrohúngaro. A esto hay que añadirle que, durante ese periodo de la historia, la región alcanzó su mayor grado de desarrollo, que el idioma más utilizado era el alemán, que los ucranianos eran campesinos y apenas un quince por ciento de la población y que buena parte de los habitantes era de origen polaco (un sesenta por ciento en Lvov) o judío (de un veinticinco a un treinta por ciento en Lvov), sin olvidar que algunas ciudades tenían un buen número de habitantes alemanes (un veinte por ciento en Novograd-Volinski, por ejemplo).
A este primer condicionante, hay que sumarle otro. Cuando en 1939, tras el pacto Mólotov-Ribbentrop, las tropas soviéticas ocuparon esta zona que por aquel entonces correspondía a Polonia, estuvieron un año ‘limpiando’ el territorio; esto es, arrestando y asesinado a personas ricas, mandando a Siberia a personas que consideraban peligrosas para la URSS … Así que no es difícil imaginar la sensación de liberación que experimentó aquella gente, que había vivido un año horrible bajo el régimen soviético, cuando entraron los alemanes.
¿Cómo explica la relación entre el Tercer Reich y determinada corriente del nacionalismo ucraniano, con la Policía Auxiliar Ucraniana como nexo?
Los alemanes, en función de sus intereses, ayudaron a distintas organizaciones nacionalistas ucranianas y, de hecho, fueron los que diseñaron la Policía Auxiliar Ucraniana en 1939 para utilizarla en Polonia durante la ocupación. En realidad, su intención era crear una policía polaca similar a la ucraniana, pero debido a las tensiones entre polacos y ucranianos (bajo el dominio polaco, los ucranianos fueron una minoría humillada), prefirieron utilizar la que ya tenían.
Después de aquello, los nacionalistas ucranianos esperaban que las autoridades alemanas les dieran la posibilidad de construir un país independiente bajo la protección del Tercer Reich. Hubo un acuerdo para ese tipo de colaboración. Y en la película asistimos momento en el que Hans Frank (a la sazón gobernador de la región impuesto por el régimen nazi) llega al Lvov. La población esperaba que les diera la libertad; lo primero que hizo fue dictaminar que la región de Galitzia pertenecía a Polonia y que no iba a haber estado libre ucraniano. Este es un momento crucial para entender el nacionalismo ucraniano: una parte del movimiento se sintió traicionada por los alemanes, interrumpió cualquier tipo de colaboración con ellos y empezó a combatir, al mismo tiempo, a los nazis y a los soviéticos. Es una historia sumamente complicada. Sucede que la gente que ahora se encarga de construir la narrativa ucraniana elimina la parte de la Historia que no le interesa con tal de que se olvide, así que lo que tratan de presentar como historia es una mentira absoluta. Por eso, Babi Yar es como ondear una bandera roja ante ellos. Estoy seguro de que, en su fuero interno, odian esta película, que no es más que un intento por reconstruir la memoria. Hay un fuerte movimiento contra el film, pero tampoco pueden ir muy lejos en sus intenciones porque contamos con el apoyo del gobierno actual.
Para mí, la película aborda una cuestión decisiva que impacta directamente en la construcción de Ucrania como país. Si de verdad existe una voluntad política por conocer la verdad, pongámonos a ello, reconozcamos lo que hicimos, seamos capaces de asumir que hubo gente que lucho por la independencia pero que también cometió actos atroces y eso es algo que no podemos aceptar, no se puede tolerar ningún tipo de colaboración con un régimen y un sistema amorales. A partir de ahí, cuando reconozcamos todo esto, podremos empezar a construir algo.
En Babi Yar se habla de más de 33.000 muertos, ¿cuáles fueron las cifras totales?
En el territorio que fue liberado quedó menos de un uno por ciento de población judía. En el área que ocupan Letonia, Lituania, Estonia, Bielorrusia, Rusia y Ucrania había 3 millones de judíos durante la ocupación y el porcentaje de supervivientes fue idéntico, de menos del 1%, hablamos de menos de 30.000 personas, ¿te lo imaginas? Este tipo de ejecuciones masivas no se pudieron hacer sin apoyo local, sin colaboración, porque los judíos no solo vivían en las ciudades, también en los pueblos pequeños, imaginad la escala de la tragedia.
¿Habrá nuevas películas en torno a estos hechos?
Estamos preparando Kiev Trial, que consiste en el desarrollo de la parte de los juicios que se ve en Babi Yar. Context. He decidido hacer una película únicamente sobre eso que durará 105 minutos, ya está editada, y la terminaremos en enero. Decidí hacerlo porque, para mi sorpresa, me encontré con tres horas de metraje rodado en el que se muestran numerosos testimonios tanto de alemanes como de población civil.
De todos modos, ahora mismo estoy montando unos materiales sobre el bombardeo de unas ciudades alemanas por parte de las aviaciones británica y norteamericana. Y en el IDFA se estrenará Mr. Landsbergis, sobré como los lituanos liberaron a su país de la Unión Soviética y sobre la confrontación entre el que fuera el primer ministro del nuevo país, Vytautas Landsbergis, y Gorbachov, que fue de 1988 a 1991.
Estas tres películas ya están listas, pero tengo muchas más ideas, como hacer una película sobre la Operación Barbarroja, el plan que trazó el ejército nazi para ocupar la Unión Soviética, que empezó el 22 de junio de 1941 y terminó fracasando en noviembre con la llegada del invierno. Tanto en el archivo alemán con el ruso hay una gran cantidad de material sobre estos acontecimientos.
Babi Yar. Context (Sergei Loznitsa ). SEFF 2021 – Nuevas Olas No Ficción
Tras pasar por esa sección que Thierry Frémaux se inventó para la pasada edición de Cannes llamada Proyecciones Especiales, el último trabajo de un cineasta capital como Sergei Loznitsa llega al del Festival de Cine Europeo de Sevilla dentro del apartado Las Nuevas Olas incluida en la subsección dedicada a la no ficción. Visto el resultado final -probablemente estemos ante una de las películas más importantes del año- uno no puede sino lamentarse de que este desapasionado y durísimo documental del realizador ucraniano no haya tenido la fortuna de batirse el cobre en la sección oficial de alguno de los dos certámenes citados (o de cualquier otro: cuanto más se vea, mejor nos irá).
Sirva este preámbulo a modo de lamento para calibrar el valor de Babi Yar. Context en la que Loznitsa sumerge al espectador en un episodio atroz de la historia reciente (de su país y de Europa): durante los días 29 y 30 de septiembre de 1941, el Sonderkommando 4a del Einsatzgruppe C, asistido por dos batallones del Regimiento de Policía Sur y la Policía Auxiliar Ucraniana, y sin encontrar resistencia por parte de la población local, fusiló a 33 771 judíos en el barranco de Babi Yar. El director de Maidan (2014) ordena los hechos en crudo para organizar una crónica severa en forma de documental de archivo sobre la invasión nazi de Ucrania y la posterior contraofensiva soviética. La claridad expositiva de un filme desbrozado de textos valorativos que acompañen a unas imágenes tan vívidas, tan horriblemente impresionantes, deja al espectador sumido en un desamparo necesario, sin voz en off que acolche tanta barbarie, sin nadie que justifique las atrocidades nazis ni le ponga paños calientes al apoyo de la población local. A una nueva lección de montaje del maestro ucraniano (en el que colaboran Danielius Kokanauskis y Tomasz Wolski, director de 1970 también ubicada en la misma sección y con la que forma un interesantísimo díptico) hay que añadir el riguroso trabajo de arqueología archivística realizado por Victor Belyakov y Corinna von List y la delicada sonorización de Vladimir Golovnitski. Loznitsa consigue equilibrar magistralmente el gran volumen de imágenes registradas por las tropas nazis -que llevaban consigo a su propio operador de cámara para que fuera grabando sus incursiones y matanzas- con la escasez de material referido al bando soviético para lanzarnos a los ojos una obra incontestable que pone en contexto una parte de la historia que casi nadie en su país está dispuesto a aceptar y cuyo reconocimiento es necesario para poder seguir avanzando (sigue helando la sangre observar cómo, las mismas gentes que jalearon a Hitler a su entrada en Kiev, aplauden durante el ahorcamiento público de los responsables de la matanza de Babi Yar, dispuesto por los nuevos gobernantes soviéticos).
Babi Yar. (Contextos) (Sergei Loznitsa). CANNES 2021 – Sesión especial
Septiembre de 1941. Los nazis han entrado en Kiev y las tropas soviéticas contraatacan bombardeando los espacios ocupados por los alemanes. Una noche, las tropas de ocupación dictan un edicto convocando a todas las personas judías con ropa de invierno y una parte de sus enseres en un cruce de la ciudad. Los que no acudan serán fusilados. Ese mismo día 33.000 personas judías serán ejecutadas en la cantera de Babi Yar a las afueras de Kiev por parte de los einzengrupen. Sergei Loznitsa parte de esta matanza, y de otras que tuvieron lugar en otras poblaciones vecinas, para contar el contexto que dio lugar tanto a la matanza como a sus efectos posteriores. Todo el trabajo se realiza a partir de imágenes de archivo, tanto de las tropas alemanas, como de las soviéticas. En la primera parte vemos cómo los alemanes avanzan por Ucrania, cómo los ciudadanos de Kiev preparan barricadas, cómo muchos prisioneros soviéticos son maltratados por los alemanes. En el centro de la película están, pese a todo, las imágenes -algunas fotografías- que se conservan de la matanza. En su tramo final, asistimos a los procesos llevados a cabo por las tropas soviéticas contra los alemanes -una vez finalizada la guerra- y la posterior ejecución publica de los responsables. Loznitsa investiga en el pasado para sacar a la luz, con imágenes increíbles, la memoria atroz de Babi Yar, el inicio del exterminio judío. En un momento de la película aparece un potente texto de Vassili Grossman titulado “Ucrania sin judíos” en el que se recuerda todo lo que se perdió en Ucrania al exterminar un pueblo.
Àngel Quintana
Otra gema que los programadores han desterrado al siempre difuso apartado de las ‘Sesiones especiales’ cuando, en realidad, merecía un lugar de honor dentro de una competición oficial en la que abundan globos vacíos y gritos estentóreos sin demasiado cine dentro. Loznitsa prosigue aquí su incansable exhumación de los archivos soviéticos, ucranianos y alemanes para configurar un impresionante found footage que descubre las atrocidades perpetradas por el ejército nazi al invadir Ucrania en 1941 y el genocidio de más de 70.000 judíos en Babi Yar, cerca de Kiev, todos ellos fusilados y enterrados en una gigantesca fosa común. El avance devastador de las tropas alemanas (que se filmaron a sí mismas incendiando casas y destruyendo ciudades), la posterior liberación de Kiev por el ejército soviético, el proceso a los responsables nazis de la matanza y su posterior ejecución, ahorcados de manera salvaje en medio de una masiva concentración pública de los mismo ciudadanos ucranianos que, cuando entraban los soldados alemanes, vitoreaban a Hitler como ‘el liberador’. El cineasta consigue construir un relato perfectamente ordenado sustentado sobre un metraje de archivo que, en su mayor parte, conservan una calidad excepcional, y sonoriza de manera discreta las imágenes introduciendo en la mezcla algunos diálogos de fondo y sonidos ambientales. El resultado es tan fascinante como aterrador y constituye un documento absolutamente excepcional, capaz de hundir su escalpelo en contradicciones dolorosas que, además, vienen a cuestionar una buena parte de la historia oficial soviética. Se ilumina así otro de los episodios más lacerantes de la Segunda Guerra Mundial, otro agujero negro lleno de atrocidades que forma parte ya, precisamente gracias a este film, de la imprescindible memoria histórica del siglo XX.
Carlos F. Heredero
The Event (Sergei Loznitsa)
Golpe de historia
Pablo Castellano García.
Mirar hacia el pasado sobrevolando el tiempo a través de ensayos historiográficos suele dejar un regusto amargo. Podemos llegar a intuir qué es lo que sucedió en determinado acontecimiento del pasado, e incluso llegar a conocer de primera mano los movimientos internos de un período determinado gracias a documentos escritos. Esta es la manera natural y más común de investigar la Historia, de acercarnos a la sucesión cronológica de los hechos de la humanidad. Pero el cine es una herramienta eficaz en estos ámbitos de la memoria, dando un paso de gigante frente a los métodos exploratorios del ayer gracias al registro de la realidad en bruto de un momento concreto para que pueda ser revelada a la sociedad venidera y, por ende, esta perciba lo ‘ya vivido’. Todo ello mediatizado, eso sí, por la mirada de aquel que decide captar cierta parcela de la materia o del acontecimiento y no otra.
De este instrumento que aprisiona imágenes en su interior (y no solamente palabras) se sirve el director Sergei Loznitsa para descubrirnos en su última película, The Event (Países Bajos, 2015), un suceso que marcó el destino no solo de la Rusia actual, sino del mundo tal cual lo entendemos ahora. Mediante la recopilación de imágenes de archivo, el bielorruso construye un documental que nos expone lo sucedido en la antigua URSS tras el intento de golpe de estado acaecido entre el 19 y el 23 de agosto de 1991 por el ala más conservadora del gobierno al advertir que las medidas del presidente Gorbachov estaban desembocando en la disolución de la Unión Soviética.
Las imágenes están sometidas a un montaje llevado a cabo con pulso y sin sobresaltos que pretende esclarecer y evidenciar más que hacer del hecho algo épico. Por un lado, esta renuncia a toda glorificación se aprecia especialmente en la ausencia de música extradiegética que llame la atención de ciertos momentos para ensalzarlos por encima de otros. Es más, la única música (instantes del Lago de los cisnes) añadida por el director a la banda sonora de la cinta se corresponde con los fundidos a negro, es decir, a esos momentos en los que ya no hay figura que resaltar. Por otro lado, esta falta de solemnidad se hace evidente en la selección de imágenes donde lo que se aprecia de primera mano es la reacción del rostro humano y la respuesta física ante los acontecimientos más que la circunstancia de manera abstracta. Y es esta fijeza en el rostro más que en el discurso la que convierte el film en un documento puro más que en una mera manipulación del pasado. Así, el espectador asistirá de primera mano a este ‘evento’ histórico, haciendo suya la mirada de la cámara que en un pasado registró unos acontecimientos imprescindibles para comprender nuestro presente.