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Valle Lázaro

Nos encontramos ante un universo inmemorial en el que lo cotidiano, la religión y la tradición hindú se mezclan para recrear ese tiempo mitológico en el que los dioses aún decidían el orden del mundo. Sakhisona es el nombre que la gente que habita Mogulmari, en el sur de Bengala Occidental, da a su montaña más sagrada. Allí habitaban criaturas poderosas a las que aún se sigue cantando y recordando. Esta película nace de una excavación, realizada muy cerca del hogar de estos seres, en la que se encontraron los restos de un monasterio y numerosos objetos del siglo VI. Y al igual que los arqueólogos dieron de nuevo luz a los objetos, Prantik Narayan Basu desentierra la leyenda para que vuelva a cobrar vida.

Sakhisona era una mujer que fue abandonada por su esposo (convertido en cabra debido a que cayó en la tentación de comer una fruta prohibida) al enamorarse este de una cabrera. Pero Sakhisona consigue ponerse por encima del remolino emocional que esto supone, y así elevarse no solo por encima de sus compañeros de triángulo sino de los propios humanos tornando en un ser mitológico al que se identifica con el agua y la fuerza creadora. Basu narra esta historia con una poética construida a través de alegorías, generando así ese espacio atemporal completamente gobernado por aquellos que habitan la montaña, y un montaje que juega con los planos detalle y los planos generales estableciendo una estrecha conexión entre los personajes y la propia naturaleza que habitan. Como si de una metamorfosis de Ovidio se tratara, tornan de su condición de humanos a una nueva existencia: la naturaleza y su fuerza. El director también inserta planos de aquello encontrado en la excavación, lo que hace que seamos capaces de ver y sentir que esos seres que nos remiten a un tiempo mítico están, efectivamente, viviendo entre nosotros.

Un cortometraje en blanco y negro, filmado en celuloide y que en tan solo veintisiete minutos consigue abrir ante nosotros una ventana que nos hace recordar nuestras raíces míticas y cómo se entendía el mundo antes de la Modernidad.  Pero, además de ventana, también es un espejo que nos muestra que esa realidad está ahí, que podemos habitarla también, que hay que desenterrar para poder ver como se vio el mundo antes, y así aplicarlo a nuestra comprensión del mundo hoy.