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Sura Guimarães

Reminiscencias de un viaje a Lituania (1972) fue posible gracias a un engaño organizado por Mekas. En posesión de una carta mágica abridora de puertas en la Unión Soviética, entregada a su persona bajo la ignorancia y el miedo de la delegación lituana del Festival de Cine de Moscú, él pudo, después de veinticinco años, visitar su ciudad natal Semeniškiai junto a su hermano Adolfas y su mujer Pola. Lituano por nacimiento y estadunidense por exilio, libre por sus obras y esclavizado por la guerra, autor de imágenes y escritor de cine, Jonas Mekas, el exponente máximo del cine experimental, aun sin ningún lugar adonde ir reside entre los fotogramas en los que hace cristalizar la realidad del mundo que fragmenta al exponer.

Es difícil describir sus películas, pues su cine no se encuentra en las palabras sino en los ojos. Es un realizador de ficción construida a partir de momentos reales que portan una verdad sobre sí mismo. Un documentalista de la melancolía existente en la belleza del instante pasado; y a la vez un testigo real de las imágenes del futuro que comparte satisfecho con el espectador, que lo acompaña en un visionario poético del registro que Mekas produjo solitariamente por sus andanzas sin destino.

El film se divide en tres actos pertenecientes al devenir de Mekas por el mundo. Fragmentos de su paraíso personal vistos a través de su narración distanciada, casi como una tercera persona que ve y cuenta un pasado coexistente con el presente. En la primera parte el juego entre reminiscencia y pertenencia, inmigrante y ciudadano, irse para poder volver está plasmado en los trozos fílmicos realizados con su cámara-cuerpo Bolex 16mm. La segunda parte nos presenta cien vislumbres de Lituania. En su búsqueda por los rostros de su pasado, entre flores, colores, movimientos, músicas, reencuentros, y familia, Mekas tiene una propuesta clara: hay que existir frente a su proyección igual que la realidad frente a sus lentes, aunque solo como gesto, no para sacar un significado sino una vivencia. Una presencia en su estado puro, como memoria, como momento, como cuerpo, como ser. Lo dual que compone lo real recompuesto por su mirada y montaje. La última parte está formada por una doble presencia, la física y la metafísica, en los campos de concentración en Hamburgo y lugares de Austria en los que estuvo el cineasta. La esencia de sus reminiscencias en esa Viena que es a la vez humo y fuego.