Ricardo Galvis.
Como el lobo ama al cordero, el amante ama al amado le dice Sócrates a Fedro en el diálogo Fedro o del amor de Platón. Este es un recordatorio de la engañosa ternura del amante, que no es otra cosa que un vulgar apetito que pretende ser saciado, y la idea que toma Mara Mattuschka para insuflar vida a su largometraje Phaidros. La pintora y cineasta presenta en Filmadrid su película más narrativa con personajes que se buscan constantemente en espacios concretos (un teatro, un bar gay, el apartamento de un diseñador, el taller y residencia de una profesora de interpretación). Mattuschka sigue explorando el concepto de la teatralidad en el cine a partir del gesto enfático performativo y recitales de texto en forma de diálogos y monólogos.
Fuera de toda convención, al espectador se le ofrece una historia de persecuciones amorosas, celos y relaciones sociales fundamentadas en el desequilibrio de poder entre dos actores teatrales, un prestigioso diseñador de vestuario de avanzada edad, una bella bailarina transgénero y una mefistofélica profesora de interpretación. Los enredos producidos se manifiestan en una puesta en escena que propone la reflexión sobre la plasticidad de los materiales cinematográficos, desde la dicotomía luz-oscuridad hasta los límites del propio cuerpo humano, sin olvidar la habilidad de la cámara para registrar de manera incalculable la realidad desde casi todos sus ángulos. Esta propuesta extrema permite la deformación de lo externo para visibilizar lo interno, la emoción, la pasión desmedida. Lo corpóreo es engañoso, opaco y pesado. También es una cosa u otra dependiendo de qué ojos lo observen. Emil, joven y prometedor actor, es el personaje que despierta el deseo de los demás, pero porque su belleza representa para cada uno de ellos algo particular: la seducción, la juventud, el amor, un alma. La exageración y el absurdo son los mecanismos que Mattuschka emplea para desmontar el melodrama, alcanzar la tragedia e infiltrar la comedia en un ejercicio de experimentación cinematográfica excéntrico y libre. La formación de la cineasta en el arte de la pintura, así como la intervención de la danza y lo escénico en sus últimos cortometrajes, integran en la imagen digital una estética radical y posmoderna, que viene dada por las posturas forzadas y las ropas y maquillajes extravagantes. Esta imagen, por otra parte, se nutre del expresionismo en tanto que da la visión de un mundo que desarticula perspectivas, iluminación, formas y arquitecturas.
Extraña ensoñación iniciada con una secuencia de advenimiento de fatalidad, Phaidros recurre al gran angular para acercarse al rostro con la intención de conseguir el conocimiento de la intimidad. La multiplicidad de puntos de vista es el recurso que evidencia la traición de los sentidos y justifica la variedad de sentimientos que dialogan sin lograr el entendimiento, aunque todos ellos acaben aprendiendo que eso de la pasión no es una afección benévola, sino un síntoma de vampirismo.
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